EL CENTRO, CERCADO
Lo que hasta el año pasado fue un punto de encuentro para el esparcimiento, el comercio, la reunión de los poderes políticos y eclesiásticos, así como el espacio más cosmopolita en el estado, el Centro Histórico de Morelia, hoy parece un cuadro de película postapocalíptica: lleno de vallas y custodiado por policías, los pocos peatones y visitantes representan papeles secundarios en un escenario desolado.
A casi 10 meses del primer confinamiento motivado por la pandemia, el turismo en la capital del estado ha sufrido al menos dos recesiones considerables, atenuadas por un leve repunte en el último bimestre del 2020.
De acuerdo con Concepción Anaya, trabajadora de un hotel ubicado frente a la catedral, la mayor parte del turismo por carretera que busca alojarse en el Centro, proviene de la Ciudad de México y de Guadalajara; pero con la pandemia, la afluencia de visitantes ha sido “graneadita” desde que en julio pasado Michoacán entrara a la “nueva
convivencia”, por lo que el repunte en ocupación hotelera y restaurantes se registró desde los días previos a la Noche de Muertos, hasta el Día de Reyes, dijo, “fecha en la que es normal que baje la demanda de habitaciones”.
“Es muy incómodo trasladarse a los centros de trabajo ahora que nos tienen encerrados y que se volvió peatonal, pero sin mayor restricción. La gente sigue saliendo y sin cuidado”, advirtió. Otro sitio que cada vez gana más relevancia para el turismo nacional es el Café del teatro Ocampo, debido a su ubicación y a que ahí concluye un tour de leyendas, actualmente suspendido. Cerrado de marzo a junio por disposición oficial, el espacio ha registrado una baja del 60 por ciento en consumo cotidiano desde el cierre del Centro, acordado hace una semana.
A decir de Rosalba Nicolás López, trabajadora con tres años de antigüedad en el café, “se ha visto mucho el retroceso a partir del cierre del Centro, porque ya estaba mejorando un poco, pero ahora bajó mucho la venta”.
La disminución del turismo aunada a la restricción de horario ha provocado una segunda recesión en la zona y los efectos de esta situación toca directamente a los empleados.
“Nos van a recortar días de trabajo porque los domingos son cierre obligatorio y también nos tienen que mover los horarios, lo cual modifica nuestra rutina. También en lo económico nos vemos afectados porque, además del salario, dependemos de las propinas”, explicó.
La gerente de La Casona de las Rosas -otro emblemático lugar para el turismo en Morelia-, Gloria Lázaro, contó que en el tiempo que lleva dedicándose al giro restaurantero nunca se imaginó una crisis como la que actualmente se vive. A pesar de contar con los distintivos “M” y “Punto limpio” –gestionados desde la pandemia por influenza de gripe AH1N1–, habló de los jaloneos y amenazas por parte de los inspectores municipales sobre éste y el resto de los negocios ubicados en el céntrico jardín.
“Este gobierno municipal está muy desbalanceado: ni siquiera las personas que vigilan tienen noción de cómo aplicar la ley”, dijo luego de mencionar que la mayoría de cafés y restaurantes de los portales tuvieron trato preferente por parte de las autoridades.
De marzo a la fecha el negocio redujo su plantilla a la mitad. Quienes apostaron por la permanencia se convirtieron en “empleados generales, sin distinción de rango” y tuvieron que entrarle a vender comida en las esquinas del centro, esfuerzo que junto a los “buenos manejos en inventario y finanzas, nos ayudó a sobrevivir al confina