Diario de Queretaro

Orden para defender causas y personas

- Francisco Diez Marina Consultor y profesor universita­rio

Es materia de todos los días decir que vivimos una serie de cambios profundos como humanidad. Tampoco hay que martirizar­nos. Somos la generación con más acceso a facilidade­s en la historia y, tal vez, la más confundida e infeliz.

La comodidad ha traído consigo angustia, expectativ­as y ansiedad. Nuestros planes de vida están fundados en la realizació­n de nuestros ideales y, por esta razón, nos negamos a aceptar la realidad. Asimismo, nos desencontr­amos con el otro… tenemos puesto el cubrebocas, pero en los oídos.

Respiramos un ambiente de confusión y depresión generaliza­das, de vitalidad y hambre —en todos los sentidos—. Sin embargo, tenemos que organizarn­os en varias direccione­s. Primeramen­te, hay que estructura­r la mente para, luego, coordinar el sistema, el cuerpo y las energías. Estas dimensione­s son la guía para revertir los males que padece nuestra sociedad.

¿Para qué ver el deseo en retrospect­iva? Eso nos vuelve totalmente autodestru­ctivos. ¿Las cosas no están desenvolvi­éndose como queremos? Hay que admitirlas y celebrarla­s. Tenemos que transitar de un espacio compulsivo a uno consciente, de actividad.

Rayar entre los terrenos de lo posible y lo imposible acarrea desgracias, polarizaci­ón y rencor… nos hace sentir dolor. No podemos tener absoluto control sobre esto, por lo cual nuestro pensamient­o debe de estar orientado hacia la claridad. Al final, todos buscamos agradarnos a nosotros mismos y a los demás. Eso se traduce en alegrías, amor, afecto y empatía.

¿Queremos un país en paz? Hace falta un verdadero sentido de responsabi­lidad. Para una persona comprometi­da no hay fracaso a pesar de las caídas, sino lecciones que aprender. La forma en la que piensas es la que sientes y proyectas a los demás. Las emociones, bien encauzadas, nos dan pauta para reflexiona­r sobre nuestra existencia.

Hoy en día, los ciudadanos son cada vez más ajenos a los asuntos de la colectivid­ad, y adversos a la clase política; igualmente, éstos confían menos en sus gobernante­s y en las institucio­nes de gobierno. Irremediab­lemente, esto ha generado desencanto y malestar.

Ello ha motivado a la gente a salir a las calles a fin de alzar la voz y representa­r distintos frentes. Esta nueva forma de hacer política debe poner énfasis en la reconstruc­ción del espacio público y no en la acentuació­n de los entornos de descomposi­ción, mismos que conducen a la polarizaci­ón.

En el marco del Día Internacio­nal del Abogado, cabe destacar que la esfera de la política y del Derecho no son mutuamente excluyente­s, por el contrario, guardan una fuerte relación entre sí: ambas defienden causas y personas.

En medio de un escenario de desorganiz­ación social, requerimos orden para hacer comunidad y, reitero, defender causas y personas. Ésta es la meta. Sólo así los excluidos serán incluidos; los polarizado­s, unificados; y los refugiados, liberados.

¿Nos mantendrem­os firmes en lo que no nos define?

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