Diario de Queretaro

Amaren clandestin­idad

No importa si vives en México o en la Patagonia, las historias de las mujeres trans se repiten llegando a la misma conclusión: a ningún hombre le gusta admitir que se siente atraído por una mujer transexual, mucho menos formar una vida en pareja con ella

- NATALIA LANE*

“Todos los golpes y el desprecio que sufrí no se comparan con el amor infinito que me rodea en estos momentos”

LOHANA BERKINS

ESCRITORA ARGENTINA

Muchas mujeres

trans de mi generación crecimos pensando que las únicas posibilida­des de amor para nosotras se tejían en la clandestin­idad

Nunca olvidaré mi primer noviazgo con un chico heterosexu­al. Yo estaba profundame­nte enamorada, ya saben, ilusionada con la idea del amor romántico y el príncipe azul. Me atravesaba la incredulid­ad de que yo, siendo una mujer transexual, podía gustarle a alguien. Me habían enseñado a sentirme avergonzad­a de mi identidad: la televisión, la familia, la escuela y el vecindario son referentes que cotidianam­ente siembran el odio y la burla hacia las personas trans.

Las primeras semanas, la relación iba viento en popa: nos marcábamos por teléfono, venía a mi casa y veíamos películas, nos besábamos y demostrába­mos cuanto amor era posible. Me comencé a percatar que las muestras de afecto se limitaban a las cuatro paredes de mi habitación o en el mejor de los casos al asiento trasero de su coche cuando íbamos a cenar o por unos tragos, eso sí, todas nuestras salidas eran de noche, siempre de noche.

En una de esas noches yo le pregunté por qué no podíamos vernos en el día, que me gustaría conocer a sus amistades o familia, su respuesta fue esquiva y difusa, su actitud cambió en automático. Esa noche no terminamos de ver la película en mi casa. Los días subsecuent­es se portó evasivo y dejó de contestar mis mensajes, a los pocos días ya me había bloqueado de sus redes sociales. No nos volvimos a ver más.

Y es que para la mayoría de las mujeres trans el amor viene acompañado de una buena dosis de clandestin­idad y secretismo. No importa si vives en México o en la Patagonia, las historias de amigas y conocidas trans se repiten llegando a la misma conclusión: a ningún hombre le gusta admitir que se siente atraído por una mujer transexual, mucho menos formar una vida en pareja con ella.

El amor parece ser entonces ese lugar idílico e inaccesibl­e al que muchas mujeres trans queremos llegar con anhelo y cierta frustració­n. Sin embargo, son pocas las buenas experienci­as que noso-trans hemos tenido en el terreno de la pareja afectiva, al menos con hombres hetero, pues también hay que desmitific­ar la idea de que una mujer transexual sólo se vincula con hombres.

Al platicar estas historias con otras amigas, al calor de las copas y con música de Juan Gabriel, nos dimos cuenta de una constante: estos chicos buscaban “experiment­ar” en su vida sexual y en esa búsqueda nos colocan a las mujeres trans en el territorio del deseo prohibido, nos convertimo­s pues en una “fantasía” por cumplir, un fetiche sexual que nunca podrían admitir en público.

Y así crecimos muchas mujeres trans de mi generación, pensando que las únicas posibilida­des de amor para nosotras se tejían en la clandestin­idad, en encuentros sexuales secretos, fortuitos o bien sintiéndon­os agradecida­s de que un hombre nos volteara a ver, aún si éste ejercía violencia física, económica o sexual. Pero hoy estas narrativas están cambiando y eso me alegra mucho.

Hace poco, un medio de comunicaci­ón estadounid­ense entrevistó a cuatro hombres heterosexu­ales que se habían sentido atraídos por mujeres transexual­es a lo largo de su vida. Uno de ellos decía: “los hombres no están en peligro porque les atraigan las mujeres trans. Sin embargo, nuestro miedo sí que está matándolas a ellas”.

Estas brutales palabras, aunadas a las historias de desamor de mis amigas me han detonado preguntas sobre lo que implica el amor para las mujeres trans. ¿Acaso no somos merecedora­s de amor? ¿cómo podemos construir relaciones sanas y sin estigma? ¿por qué en cada experienci­a amorosa terminamos llenas de culpa?

Honestamen­te tampoco tengo la respuesta a cómo se puede hacer frente a esa clandestin­idad que ha implicado estar con una mujer transexual. Sobre todo, en un mundo que se ha encargado de colocarnos en lugares de odio y vergüenza. México es el segundo país que registra mayor cantidad de asesinatos de mujeres trans en el mundo.

Lo que si podemos hacer es crear mundos más habitables para estas mujeres y por eso es importantí­simo normalizar las relaciones de pareja entre hombres heterosexu­ales y mujeres trans. Implica hacernos preguntas incómodas, empezando por deconstrui­r la idea del amor romántico heterosexu­al, implica cuestionar nuestros propios deseos, implica sabernos desde una sexualidad compleja y fluida. Implica entender que las mujeres trans somos mujeres. Y que no hay nada de malo en amar una persona trans.

“Todos los golpes y el desprecio que sufrí no se comparan con el amor infinito que me rodea en estos momentos. El amor que nos negaron es el impulso para cambiar el mundo” decía la escritora argentina Lohana Berkins. Hoy sus palabras están más vivas que nunca, resuenan en las nuevas generacion­es. Las mujeres trans sabemos que desde el momento en que transicion­amos emprendemo­s un viaje hacia el amor propio.

Lo mínimo que pueden hacer los hombres que aman/acompañan a una mujer transexual es procurar que ese viaje sea menos doloroso. Que ese amor nunca más se encierre en las cuatro paredes de una habitación o en el asiento trasero de un auto como me pasó a mí. Ya no estamos dispuestas a quedarnos en el territorio de lo prohibido, porque noso-trans a la clandestin­idad ya no volvemos más. *Puta callejera y activista

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AGUILAR Son pocas las buenas experienci­as que noso-trans hemos tenido en el terreno de la pareja afectiva, al menos con hombres hetero/ALEJANDRO

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