Haaland y Mbappé
Siempre me ha llamado la atención la forma en la que pasa la vida; es decir, el tiempo que pasa sin que seamos conscientes de que en realidad pasa. Alguna vez le leí a Martín Caparrós una frase que hasta cierto punto logró aligerarme esa duda. Escribía el escritor argentino que la vida es algo parecido a un partido de futbol, sobre todo porque así como en la vida, dentro de la cancha pueden pasar minutos sin que en realidad ocurra algo importante, hasta que por obra del destino, de pronto llega una acción que lo dinamita todo; un gol, tal vez, una expulsión, una lesión. En la vida, por supuesto, pueden pasar años sin que la cosa realmente cambie; cambie en serio, quiero decir, que la vida gire por completo y sea diferente y nos descubramos de repente siendo otros a los que antes éramos apenas minutos antes.
Algo algo parecido debió de ocurrir esta semana en la Champions League con Mbappé y Haaland y sus goles inapelables. No es que fueran dos desconocidos, por supuesto, pero pocas veces la realidad se presenta de tal forma que somos capaces de verla con la claridad necesaria para ser conscientes de que algo cambió; como uno de esos momentos de los que habla Martín Caparrós.
Antes lo intuíamos, incluso lo sabíamos, o sabíamos que llegaría, que aquellos dos delanteros tan distintos entre sí podían dominar el futuro. Lo que no sabíamos, porque esas son cosas que nunca se saben, es en dónde radica la línea invisible que separa el futuro del presente, hasta que pasan este tipo de cosas.
Trato de recordar mientras escribo cómo fue el día en el que Kaká, Ronaldinho y Zidane dejaron de ser lo que eran para de pronto dar paso a la batalla entre Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Intento recodar el momento en el que todos fuimos conscientes de que aquello que veíamos ya era el presente y no el futuro, pero no puedo.
Supongo que es normal que eso pase con los jugadores jóvenes, que siempre los vemos inexpertos, como a la espera de algo. A veces lo hacen, y otras tantas los años pasan y nunca explotan y ni cuenta nos damos, y sólo mucho tiempo después los recordamos con la nostalgia propia de lo que pudo ser pero no fue. Ojalá que Mbappé y Haaland sean siempre un presente.