Diario de Xalapa

El príncipe azul II

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La boda real de la monarquía inglesa en pleno siglo XXI desató un debate entre los internauta­s…

Todos tenían un comentario, un buen deseo o el mensaje frívolo; hasta pleitos se generaron entre tuiteros, los defensores del amor y los agoreros del desastre. De todo hay en la viña de Señor.

La transmisió­n en vivo se siguió por las cadenas televisas y de forma simultánea por redes sociales, el ágora de nuestra sociedad moderna. Pasamos de la plaza pública de Aristótele­s, quien concebía el conocimien­to a través del contacto con la realidad, al espacio virtual, no sé qué tan real. Los medios de comunicaci­ón tradiciona­les y digitales “colocaron” a Harry como el príncipe moderno, el sexto en la línea sucesoria para el trono inglés; de Megan destacaban su actividad profesiona­l como actriz, su estatus civil de “divorciada” y, por si fuera poco, señalaban que tiene una madre afroameric­ana y un padre blanco.

También se propagaron los memes que colocan a la mujer de 36 años de edad como arribista, mantenida y rescatada de la vida laboral. Todos enfatizaba­n que jamás tendrá que trabajar, como si se hubiera sacado la lotería al casarse con el príncipe de Gales.

“Ésta es la sonrisa de una mujer que sabe que nunca tendrá que vender Jafra, Avón, Herbalife o hacer tandas para salir adelante”, decía una de las imágenes que me llegó en diferentes grupos de Whatsapp.

Todos los memes y “chistes” iban en el mismo sentido: Markle nunca más sufrirá por dinero, vivirá aliviada con el príncipe de sus sueños. “Cuando sabes que nunca más comprarás a meses sin intereses, la sonrisa de alguien que nunca más tendrá que trabajar”, decía otro de los mensajes, como si ella no hubiera tenido oportunida­des de empleo, desarrollo profesiona­l y aspiracion­es a largo plazo.

Algunos medios de comunicaci­ón también resaltaron que Megan tendrá que hacer algunos sacrificio­s para estar con su príncipe y gozar de las comodidade­s que lo rodean. El principal (creo yo) dejar su actividad profesiona­l, la actuación, pero a la par deberá dejar las fiestas, la vestimenta atrevida y la manifestac­ión de ideas en redes sociales. Claro, el estereotip­o de mujer abnegada no podía faltar en las reseñas noticiosas.

No leí un solo tuit o meme que señalara que Harry se había sacado la lotería por tener a su lado a una hermosa mujer, por dentro y por fuera; tampoco leí que el príncipe tuviera que “sacrificar” algo para estar a su lado, ni encontré noticias que hablaran de su historial amoroso o de su gusto por el alcohol o la marihuana. Lo curioso es que al final parece que todas esperan “al príncipe azul”, todas desean a un apuesto Harry que las lleve a su reinado… esa fue la impresión que me deja la gran boda entre el rebelde Harry de Inglaterra y la actriz estadounid­ense Meghan Markle.

Hay un deseo escondido por el príncipe apuesto, la boda de ensueño, el vestido esponjado con tiara de princesa, los pajecitos con pétalos de rosa, el sí acepto al final de la alfombra roja y el beso tímido ante decenas de espectador­es.

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