¿Anular la elección presidencial?
Tendría que ocurrir algo extraordinario para evitar que Andrés Manuel López Obrador llegue la presidencia de la República, vista su ventaja en todas las encuestas de preferencias en la intención del voto, y entre más se acerca la fecha de las votaciones, más amplía su fuerza.
Contra todo, sigue su paso firme. Ni siquiera los golpeteos que ha recibido en las redes sociales, en televisión y en los dos debates realizados han logrado minar su popularidad. Nada lo mueve. Y al quedar prácticamente descartado que en la recta final se unan en su contra los candidatos Ricardo Anaya Cortés (de la coalición PANPRD-MC “Por México al Frente”) y de José Antonio Meade Kuribreña (de la coalición PRI-PVEM-PANAL “Todos por México”) para, de facto, declinar uno de ellos y que el otro tenga la fuerza suficiente para enfrentar al tabasqueño, la única posibilidad es que el aspirante de Morena se enferme y abandone la contienda, cosa que es muy difícil que ocurra. Sin embargo, pocos han explorado otro escenario, el que la elección pueda anularse, por alguna causa que ponga en duda la certeza de la votación. Lo que establece la Constitución son tres supuestos 1), cuando no se instale el 25% de las casillas; 2), cuando se acredita la nulidad de 25% de las casillas o, 3) cuando el ganador sea inelegible. En este último se encuentra López Obrador, de manera que se deben ver las dos primeras. ¿Habría alguna intención de preparar tal cosa? Imposible saberlo. Sin embargo, la alternativa a tal riesgo de igual proporción a la de orquestar un fraude electoral para que AMLO no sea presidente, pues ello llevaría a un escenario de graves conflictos político-sociales de alcances inimaginables. Los ciudadanos, aquellos que hoy defienden ciegamente al candidato de Morena sin haber votado aún, seguramente reaccionarían con indignación, y ante una situación así al gobierno de la República no le quedaría de otra salida más que sacar a las fuerzas armadas a reguardar el orden público o rectificar y hacer respetar la ley. Lo que, en otro aspecto, tampoco está considerándose por los partidos políticos y sus candidatos es que ponen toda la atención en la lucha por la Presidencia de la República y descuidan a los candidatos al Congreso de la Unión, diputados y senadores que parecen abandonados a su suerte, a la deriva, por la desesperada búsqueda de votos para Anaya y Meade, cuando aquellos en mayoría son piezas fundamentales para mantener la gobernabilidad del país, y en la actual circunstancia, mantener el equilibrio y puente de negociación con quien sea el nuevo huésped de Los Pinos. Quién sabe qué vaya a pasar, pero los escenarios no son nada halagadores.