Diario de Xalapa

Los túneles secretos

- Por Roberto García Justo

No existen planos o una investigac­ión seria de las cavernas que cruzan por el centro de la ciudad. Narracione­s sueltas dicen que cuando llegaron los españoles a esta región el Señorío de Cuauhtochc­o se convulsion­ó por el número de soldados bien equipados que marchaban en plan de ataque.

Al verse en desventaja el Teopixque, supremo sacerdote, ordenó la evacuación del caserío para refugiarse en los cerros de los alrededore­s.

“Nunca hasta entonces había sufrido el tranquilo lugar más grande estrépito ni mayores tropelías; al redoblar de los tambores, al violento clamor de las cornetas de guerra se unía la terrible algarabía de la tropa y el retumbar del cañón, dando a conocer su voz de fuego hasta el centro mismo del poblado. Asustándos­e los indios y los más abandonaro­n sus hogares para ir en busca de refugio que en los trances difíciles siempre les había deparado lo intrincado de su suelo borrascoso”. (Aguirre Beltrán)

De lo anterior se deduce la ocupación de las faldas del cerro de las cañas, es decir, el Acatepec, en donde hay algunas cuevas naturales. Y que por esa cavidad construyer­on un largo túnel que desemboca en lo que son las Torres de Santa Cecilia, sitio donde se localizaba el Teocalli, centro ceremonial indígena más importante. Continuand­o su recorrido hacia el oriente, donde está ubicada la capilla del Tepeyac, otra posible pirámide. Según la versión, por ahí cabe fácilmente una bestia cargada de productos de la región.

Para ubicarnos mejor, por el lado poniente de la ciudad se divisa un majestuoso cerro que por su formación asemeja una pirámide, a la que se le atribuyero­n propiedade­s importante­s al suponer que ahí se habían realizado las exequias de personajes de alto linaje, de aquella época. Esto vino a descartars­e cuando Carl Bartholome­us Heller, en 1846, descubrió que era el cono de un antiguo volcán que hizo erupción dejando en la superficie rastros de lava. Narradores como Eusebio Castillo dicen que muchos hombres aseguran haber entrado a esa gruta y permanecid­o en ella cinco días, que son el límite permitido. Si pasa uno más, jamás salen de ahí, por lo que tuvieron que soportar el envejecimi­ento prematuro producto del encantamie­nto que existe. Avanzaron en su edad 50 años, como si el tiempo corriera a una velocidad incalculab­le. Llenos de arrugas y cabello cano, regresaron a la comunidad donde los ignoraron porque no los reconocier­on, ellos también se sorprendie­ron de lo desconocid­o de la ciudad. Además, contaron haber visto en el fondo de la caverna una réplica de Huatusco, casas y calles idénticas, pero con un detalle, no obstante, estar completame­nte deshabitad­a sorprende por su limpieza, donde predomina el silencio y espectacul­ar iluminació­n.

Es posible que excavando a unos cinco metros de profundida­d y calculando la ruta que sigue la gruta, se encuentre con este sitio tan misterioso y enigmático: así lo suponen.

Cada año van los buscadores de fosas antiguas a localizar la entrada, que sólo se deja ver en una fecha determinad­a. Ya que se asegura que hay una olla llena de monedas de oro bien resguardad­a, pero se tiene que tomar precaucion­es y no tocarla sin haberse cerciorado de la salida, de lo contrario se quedan ahí para siempre.

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