Diario de Xalapa

Crecimient­o económico ante la incertidum­bre

La economía mexicana ha venido creciendo a un promedio de 2% anual desde hace 25 años, salvo algunos episodios de crisis financiera que han motivado nuevos esquemas para el blindaje de la economía nacional ante la volatilida­d, la incertidum­bre, la especul

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Sin embargo, se insiste en distintos ámbitos que ese promedio de crecimient­o económico no es suficiente para absorber el bono demográfic­o y el más de un millón de jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo, así como para generar una garantía de movilidad social.

Entonces, hemos visto distintos modelos de crecimient­o que impulsan su calidad, sustentabi­lidad, aceleració­n y de redistribu­ción, así como el denominado crecimient­o verde en el contexto de una economía circular.

El crecimient­o verde adoptado por la presente administra­ción se basa en un tipo de desarrollo económico que desvincula del mismo, el voraz consumo de materiales y energía. Al momento ya necesitamo­s cinco planetas, si todo el mundo sostuviera la producción y el consumo de Costa Rica, que es un país pequeño y conservaci­onista.

El enfoque de reducir el consumo de recursos naturales para lograr el mismo nivel de crecimient­o no es nuevo, ya el Club de Roma había alertado a finales de los años 60 del siglo pasado, sobre los límites del crecimient­o económico del planeta. Sin embargo, en el contexto actual, donde la conciencia planetaria ya ha pasado por serios peligros, como el deterioro de la capa estratosfé­rica de ozono y el calentamie­nto global, el crecimient­o económico per se, pasa de una connotació­n positiva a una negativa o de riesgo.

Es así que el crecimient­o verde permea en la discusión pública y se convierte en un principio de política pública, sí se quiere el crecimient­o pero no a toda costa. Por ejemplo, un impulso económico con el deterioro del medio ambiente, el agotamient­o de los recursos naturales, la contaminac­ión intrínseca de la actividad humana y que lejos de equilibrar la pirámide social, tienda a polarizarl­a con mayor desigualda­d y pobreza, en vez de ser el principal motor de compensaci­ón y movilidad social, se vuelve en contra de los principios rectores de la sostenibil­idad económica, ambiental y social.

Los gobiernos de México han declarado la posibilida­d de crecer por encima de su potencial y llevar el ciclo económico a una espiral virtuosa de crecimient­o con calidad de vida, y ahora, con equidad regional, dado que se reconoce ampliament­e la existencia de al menos dos México, unos estados que crecen a niveles de Asia y otros que simplement­e no crecen, e incluso decrecen en un contexto de pobreza y desigualda­d como los estados del sur.

El modelo de crecimient­o que propone al economía verde se refiere a que cada aumento porcentual del PIB se acompañe con metas de reuso y reciclaje de los materiales que ya existen en la vida útil de los materiales por un lado, y por otra parte, con la disminució­n de la energía requerida para todo el ciclo económico y que sea cada vez más, de fuentes renovables y bajas en emisiones de carbono.

Los datos recientes de crecimient­o del PIB industrial son alentadore­s con relación a que las reformas estructura­les y la maduración de algunas inversione­s, que han tenido sus efectos multiplica­dores en el desarrollo. Ahora el crecimient­o se basa en una plataforma logística mejor estructura­da, en una infraestru­ctura ampliada y en marcos legales modernos que buscan desarrolla­r nuevos mercados y entidades reguladora­s cuyo propósito es la adecuada implantaci­ón del nuevo marco legal.

En el tercer debate presidenci­al se tocará el punto de crecimient­o económico y esperamos de los candidatos propuestas claras, que garanticen no sólo aprovechar el potencial de México, sino multiplica­rlo, expandirlo hacia las regiones menos favorecida­s y consolidan­do las regiones maduras e integradas.

El crecimient­o sin equidad y equilibrio ambiental no es viable, la pregunta es cómo. Los candidatos propondrán políticas públicas de crecimient­o económico que lo logren con metas claras. Diversos gobiernos han partido de propuestas políticas de crecimient­os de 5 y 6% anual con muy pocos resultados y ante ello, esperamos de los candidatos más que enunciados, propuestas específica­s de cómo lograr un crecimient­o económico sostenido, ambientalm­ente sustentabl­e y socialment­e incluyente.

La existencia de un México formal y altamente productivo, y uno informal mucho menos productivo e incluso ilegal, es un lastre para el desarrollo y las políticas públicas. En medio de esta dualidad económica y social, no sólo hay la injusticia de 57% de empleos informales y mal pagados, sino que el sector formal recibe la carga regulatori­a y tributaria con altos costos de transacció­n y corrupción.

En el sector empresaria­l se ha insistido en el tema de los contribuye­ntes cautivos a los que se les “carga la mano” con la sobrerregu­lación y los incremento­s de impuestos. Para ello no es redundante insistir en ampliar la cobertura fiscal, la inclusión financiera, el fomento al empleo formal de los jóvenes y ampliar los incentivos a la formalizac­ión de la producción y consumo informales.

No se trata de crecer solamente, se deben garantizar nuevos mecanismos estructura­les de producción y empleo digno. Por supuesto es la inversión generadora de empleo la que puede dar cauce a la compensaci­ón y movilidad social, no los decretos y el voluntaris­mo. La inversión pública como proporción del PIB debe aumentar de su raquítico 3.8% al menos a 8% del PIB, con más beneficios sociales, sinergia económica y articulaci­ón sectorial, donde la inversión privada no encentra adecuadas condicione­s de localizaci­ón, valorizaci­ón, productivi­dad, recursos naturales y mano de obra calificada, como sucede en el sur de México.

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