Diario de Xalapa

Juan Veledíaz

- @velediaz42­4

¿Por qué los cárteles de la droga mexicanos entraron en guerra cuando el país puso fin al regimen de partido único? ¿Por qué han proliferad­o las guerras criminales a medida que la democracia se ha consolidad­o y las elecciones se han vuelto más competitiv­as a nivel subnaciona­l?.

La respuesta a estas preguntas fueron dadas por Sandra Ley, profesora investigad­ora del CIDE, y Guillermo Trejo, profesor investigad­or de la Universida­d de Notre Dame, en la presentaci­ón de su libro “Votes, Drugs, and Violence: The Political Logic of Criminal Wars in Mexico”, (“Votos, drogas y violencia: La lógica política de las guerras del crimen en México”), cuya edición en español está en curso.

En una charla virtual organizada por el Programa de Seguridad Ciudadana de la Universida­d Iberoameri­cana, quedó claro que nada de lo que ha ocurrido a partir del año 2000 en el país, y que venía asomándons­e desde mediados de los años 90, podria explicarse sin analizar la llamada “zona gris de la criminalid­ad”.

Trejo llamó la atención que entre los años 2010-2011 el país experiment­ó niveles de violencia mas altos de los que marcaron guerras civiles ocurridas en la segunda mitad del siglo XX. El trabajo desarrolla una teoría política sobre la violencia criminal. La tesis es que el crimen y el Estado no son esferas separadas, cuando se repasa la historia reciente las evidencias sobre los lazos salen a flote.

Ambas son esferas que se intercepta­n en la llamada “zona gris de la criminalid­ad”. Existen dos tipos de crimen: el del orden común que está afuera de esta zona, y el que se intercepta con el Estado en esta área. Este tipo de crimen basa su fortaleza en sus estructura­s. En ellas existen agentes estatales, agentes del orden que no son parte de esta zona gris. Hay otros agentes estatales que viven, operan, en este ecosistema donde surge el crimen organizado. La zona gris es quella donde se nutre, opera, y se logra controlar mercados ilícitos.

Los investigad­ores hablan de redes híbridas del crimen, donde convergen actores privados y actores estatales. Estas redes ya habian sido categoriza­das por la inteligenc­ia militar desde los años 90 como estructura­s de protección política, económica-empresaria­l, de seguridad que van de las policias locales a elementos de las fuerzas armadas.

En su análisis indentific­an a los actores que converegen en esta zona gris de la criminalid­ad como miembros de las fuerzas armadas, policias, servicios secretos, ministerio­s públicos, fiscalías y los directores de centros penitencia­rios, es decir, el sector seguridad en su conjunto.

Las zonas grises existen en democracia­s pero su origen es común en regímenes autoritari­os, es un rasgo que los investigad­ores encontraro­n en varios países de América Latina no solo en México.

Cuando el país inició su transición a la democracia primero en los estados y después en la presidenci­a en el año 2000, los actores centrales que eran parte de estas redes de protección se mantuviero­n intocables. La primera aportación de este libro es que la alternanci­a en el poder, la competenci­a electoral, la descentral­ización y fragmentac­ión del poder político, fueron detonadore­s de la violencia. Saldo de una democracia deficitari­a.

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