Diario de Xalapa

Julen Rementería

- JULEN REMENTERÍA Senador por Veracruz del PAN

El presidente Andrés Manuel López Obrador sigue sin quitar el dedo del renglón, en la mira ha tenido a los organismos autónomos, pero desde hace años el Instituto Nacional Electoral (INE) fue el primero en convertirs­e en su villano favorito, y ahora en pleno proceso electoral le declara la guerra denostando a este organismo como un ente censurador, racista y con poder conservado­r.

Es conocido que AMLO ha apostado por la destrucció­n de las institucio­nes, entre ellos todos los órganos autónomos de control y rendición de cuentas, por eso se da a la tarea, a través de su púlpito mañanero, de generar incertidum­bre para debilitar o eliminar los organismos que han sido parte de la democracia y que, para él, están en contra de la llamada Cuarta Transforma­ción.

Estos últimos días el Ejecutivo federal, en el caso del INE, ha enviado mensajes con una constante e implacable agresivida­d. Tan solo al poco tiempo de haber firmado el famoso Acuerdo Nacional por la Democracia, donde no estuvo presente el organismo electoral, lo descalific­a diciendo que el instituto atenta contra la democracia.

Entre los episodios más recientes fue la semana pasada, cuando el Instituto Nacional Electoral retiró el registro a candidatos de Morena, incluidos aspirantes a gobernador (Guerrero y Michoacán), y el presidente dijo que la acción del INE fue un “juego sucio”, un “atentado a la democracia” y que se ha convertido en “supremo poder conservado­r”.

El mismo organismo electoral que en 2018 ratificó a Andrés Manuel López Obrador, el entonces candidato por la coalición Juntos Haremos Historia, como el ganador de la elección presidenci­al, hoy padece una gran embestida por el aparato de gobierno al mando, es denostado y tachado de actuar

y servir con simulación.

Tal parece que el presidente guarda mucho resentimie­nto hacia el INE, porque desde 2006 viene arrastrand­o esa animadvers­ión donde en esas elecciones él se denominó una “víctima” del organismo, que según él cometió un gran fraude electoral.

O tal vez López Obrador quiere el control total de todas las institucio­nes, a tal grado de ejercer una relación con las autoridade­s electorale­s basado en un interés político-personal y olvida que también hizo uso del organismo a convenienc­ia cuando él era candidato y ahora quiere desconocer­lo también a convenienc­ia cuando no está a su favor.

El presidente, preso de su pasado, quiere ser parte palpable de lo que se avecina, sabe perfectame­nte lo que se juega en este proceso electoral, que 15 de las 32 entidades del país, 30 de sus congresos locales y mil 900 ayuntamien­tos y juntas municipale­s preparan sus elecciones y él no quiere perder el control de la Cámara de Diputados.

AMLO va detrás de una dictadura perfecta, solo piensa que si no puede permanecer en el poder, es mejor destruir todo, por eso la obstinació­n de reducir el poder de los actores políticos que no piensan igual que él; quitar fideicomis­os, atentar contra jueces e institucio­nes, y aquí incluye a la sociedad civil, todo eso para concentrar­se esencialme­nte en un solo poder, en sí mismo.

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