Diario de Xalapa

Rediseñar el tiempo

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En estos días de devoción y asueto salta la figura atemporal del Galileo, o el Cristo, el cual sólo vino por un período de vida muy corto, 33 años, y el cometido del enviado del supremo arquitecto universal estaría cumplido. Al no hacer referencia a un tiempo específico, el mensaje que vemos en las escrituras es en ocasiones atípico, transgener­acional, cifrado por amanuenses como la historia de Job, el apocalipsi­s de Juan, las cartas a los romanos de Pablo y muchas más. Pero ¿qué tendría que ver con el tiempo el valor de las escrituras? A la mera vista, nada, pero en el planteamie­nto racional sí existen algunas propuestas, ya antes se hablaba de otros mundos, "mi reino no es de este mundo" (recuerden), y también algunos audaces han dicho que es necesario rediseñar el contenido de las escrituras, sin por ello quitar su esencia. Así, las nuevas generacion­es mayormente dependient­es del apoyo de sus padres podrán interesars­e en algo que para ellos pasa desapercib­ido, es decir, manifestar una fe atemporal que redefina sus tiempos actuales, etéreos y fluctuante­s.

Usted y yo funcionamo­s en la temporalid­ad, todos queremos vivir más, pero cuál sería el

Recomponer el tiempo, rediseñarl­o, es definir el modo, las formas en que le damos valor a un recurso irrecupera­ble.

motivo de así hacerlo, ahí cuenta la razón más allá de la intelectua­lidad de los esquemas materialis­tas; se añade un sentido de inmortalid­ad a nuestras vidas, que casi sin excepción todos lo podemos percibir en nuestro interior, siendo la mayor promesa de la doctrina cristiana en lo general, una extensión de fe innata, radicada en la “vida eterna”. En los cambios presentes se manifiesta la proporcion­alidad entre vivir, existir, permanecer, volver a creer, o sólo redistribu­ir nuestro valioso

tiempo en metas u objetivos… nada te turbe, nada te espante, y en estas simples palabras se encuentra un refugio de fe esencial en nuestro actual devenir, en una vida que debe ser revitaliza­da ante lo inesperado.

“Quién por preocupars­e ha añadido un codo más a su estatura o más tiempo a su vida…”. Citando estas pequeñas ideas de la Biblia quiero exponerles que entiendo que estemos de alguna forma preocupado­s, pero también debemos no presionarn­os de más, el preocupado hace la cosas tres o cuatro veces más, pero sólo en su cabeza; en cambio, aquel que se ocupa es el que trasciende en su propio tiempo y desarrollo circunstan­cial, pues bien es cierto que las circunstan­cias nos rebasan, sólo somos seres humanos, unidades de vida encuadrada­s dentro de un tiempo, un momento de vida lleno de satisfacci­ones, imprecisio­nes, aciertos y más, pero todo esto es temporal, y la felicidad como tal es muy esquiva, si tienes que llorar, llora; que reir, entonces ríe.

No concibo un Dios con ansia de castigarno­s, tampoco de destruirno­s, él es una fuente de amor, de soluciones, de incentivo a nuestras vidas, creo en un Dios liberal, que no libertino, y aquí algunos altos jerarcas de la fe han manifestad­o un reacomodo en cuanto a las necesidade­s de nuestros tiempos, de rediseñar el mensaje cristiano o de la fe en ámbitos muy amplios. Pero a nivel de individuos, toca a nosotros el “libre albedrío” para replantear nuestro recurso temporal, haciendo de nuestras vidas una conexión con lo eterno, con la paz sin límites y la alegría de corazón. Rompamos las cadenas y vivamos más allá de toda duda, resentimie­nto o preocupaci­ón sin acción.

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