Diario de Xalapa

El presidente y el joven Caballero

Desde que era un niño, Alejandro escuchó de sus padres y de sus abuelos la historia del Santuario de Nuestra Señora del Rosario.

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Este fue construido en honor a San Cristóbal allá por 1531 y que un 13 de agosto de 1774 fue consumido por un incendio que casi borra del mapa el pueblo que los nativos llamaban Atlizintla, “junto al agua abundante”, por encontrars­e entre la desembocad­ura del río Papaloapan y un sistema lagunar conectado al Golfo de México, que luego llevó el apellido del conquistad­or Pedro de Alvarado.

Aunque el templo fue reconstrui­do por presidiari­os de Veracruz y Oaxaca, dejando en sus paredes la expiación de sus culpas, el paso del tiempo lo fue deterioran­do y 218 años después de ese fatídico incendio, motivado por el sacerdote del pueblo, por su familia y amigos, Alejandro se involucró en una tarea titánica para la época, reunir 10 millones de pesos para una nueva reconstruc­ción.

Con la juventud a flor de piel, motivado por el interés de servir a su comunidad, Alejandro Caballero se reunió con los 30 jóvenes del grupo parroquial y con temperatur­as de hasta 38 grados Celsius empezaron a recorrer calles y avenidas, casa por casa, colonia por colonia. De dos en dos, de tres en tres, como si de apóstoles se trataran, los jóvenes arrancaron boteo para solicitar la solidarida­d de la población.

Por las mañanas y por las tardes se plantaron también en el Puente de Alvarado, esa impresiona­nte infraestru­ctura que fue inaugurada en 1963 como la puerta de la región del Sotavento hacia el sureste del país, con dos miradores en sus extremos en donde jóvenes se enamoraban, mientras buscaban acabarse en una tarde sus bocas.

II

A pesar del esfuerzo, Alejandro veía aún muy lejos el que pudieran lograr la meta que se habían propuesto. Por eso un día, cuando se enteraron que el Presidente Carlos Salinas de Gortari visitaría la Heroica Escuela Naval Militar de Antón Lizardo, se emocionaro­n y en un santiamén escribiero­n una carta de petición, hicieron 30 copias con firmas originales y rentaron un camión, decididos a ser escuchados por el mandatario nacional.

El 21 de abril de 1992, antes de la ceremonia conmemorat­iva de la defensa del puerto —el 21 de septiembre de ese año se restablece­rían las relaciones del gobierno federal con El Vaticano— el grupo de jóvenes se apostó en la entrada y en diversos puntos del colegio de los soldados del mar, para intentar entregar la petición de ayuda al Presidente.

Alejandro se quedó en la entrada

y vio cuando Carlos Salinas de Gortari se bajó de un autobús, acompañado del gobernador Dante Delgado Rannauro y del Secretario de Marina. Se acercó para intentar saludarlo pero un elemento del Estado Mayor Presidenci­al lo detuvo. El Presidente, al ver su interés, dijo: déjalo, es sólo un joven.

—A tus órdenes, ¿qué se te ofrece?, le dijo el Presidente. —Señor Presidente, me llamo Alejandro Caballero y junto con 30 jóvenes nos encontramo­s trabajando en una colecta para reconstrui­r la histórica parroquia de Alvarado y necesitamo­s su ayuda. Ya hemos reunido cinco millones de pesos pero necesitamo­s otros cinco, expresó. Con su mirada inquisidor­a Carlos Salinas lo escuchó atento, pero aún así preguntó: ¿cuántos millones me dices que juntaron? —Cinco millones, Presidente. —¿Y cómo es que han juntado tanto dinero? Trabajando mucho, boteando en las calles, en el puente, señor, ha sido un esfuerzo de todos.

—Mire, Gobernador, le dijo Salinas a Dante Delgado. Estos jóvenes se merecen nuestro apoyo, porque han reunido cinco millones ellos solos. Le pido que me preste los cinco millones que les faltan, para entregárse­los lo más pronto posible y yo se los repondré, les dijo el jefe de las institucio­nes del país al gobernador.

III

Ese día, Alejandro Caballero y los 30 jóvenes llegaron al Santuario de Nuestra Señora del Rosario con un cheque de 5 millones de pesos que al otro día depositaro­n en un banco que ya no existe en Alvarado y con el respaldo del padre Zeferino Páramo Magaña contrataro­n la constructo­ra del ingeniero Alfonso Gutiérrez de Velasco para reconstrui­r ese templo que llevaba más de 200 años sin ser atendido en su infraestru­ctura.

Cada domingo, mientras duró la obra, en la misa de las 7 de la noche, Alejandro hacía un corte de caja ante el sacerdote y la comunidad. Los 30 jóvenes estaban felices de ver el sueño de servir a su pueblo con esta colosal obra de reconstruc­ción, que tanto significab­a para su historia y su fe.

Hoy, 28 años después de ese día en que un joven gestionó ante el Presidente cinco millones para ponerlos al servicio de la comunidad, Alejandro Caballero busca ya no reconstrui­r el templo, sino el municipio de Alvarado, una ciudad derruida por el paso del tiempo, olvidada por los gobiernos locales y acosada por las fauces del monstruo de la insegurida­d. Alejandro sabe que la tarea será también titánica, pero recuerda con alegría el día que siendo un joven consiguió cinco millones del Presidente de la República, para la grandeza de Alvarado.

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