Diario de Xalapa

Da tristeza mirar laguna secándose

Entre cinco a seis bombas de agua se conectaban para distribuir a ranchos aledaños, señalan pescadores; actividad minera podría ser otro factor, dicen

- ARANTXA ARCOS

Las palabras de Alexis a su padre, el pescador Antonio Vázquez, calaron al hombre que por años trabajó en lo que hasta hace dos meses era la laguna El Farallón, casi seca en tu totalidad.

“Papá, ¿por qué me traes a mirar esto? Esto me da tristeza; mejor vámonos”, dijo al ver las grietas en el suelo que por años tuvo profundida­d de entre ocho y cinco metros de agua dulce.

El descenso considerab­le del agua inició en 2015. El pescador Juan Muñiz recuerda que la cantidad de lluvia no ha sido la misma, a lo que se suma el cambio climático, la crianza de ganado y siembra de caña.

Manolo Acosta, presidente de la Cooperativ­a Pesquera, dijo que no solo los ranchos extraían el agua. La cercanía de proyectos mineros en La Paila (Caballo Blanco) y El Cobre también serían otro factor.

Pasó de tener una profundida­d de ocho metros a cincuenta centímetro­s y mantener agua sucia, inviable para uso humano. “Se calcula que esta laguna tenía entre 170 y 180 hectáreas de superficie; ahorita se calcula que quedarán 60 hectáreas”.

Las palabras que emitió Alexis, un niño de 13 años, a su padre, el pescador Antonio Vázquez Cervantes, calaron al hombre que por años trabajó en lo que hasta hace dos meses era la laguna El Farallón, casi seca en tu totalidad.

En febrero del 2021, Antonio llevó a su hijo al mar, como cualquier día, pero la marea estaba alta y prefirió capturar algunas mojarras en el cuerpo lagunar que abarca más de 180 hectáreas, a unos metros de la Carretera Federal 180 o mejor conocida como La Costera del Golfo.

“Papá, porqué me traes a mirar esto, esto me da tristeza, mejor vámonos”, pronunció Alexis al observar las grietas en el suelo que por años tuvo profundida­d de entre ocho y cinco metros de agua dulce.

La melancolía de Alexis se comparte con María Luisa Oliva Morales, una mujer que también a sus 13 años de edad recorrió las profundida­des del cuerpo lagunar con su abuela y vecinos de Tinajitas, congregaci­ón pertenecie­nte al municipio de Actopan.

Desde las ocho de la mañana alistaba un burro con cubetas repletas de ropa, la comida en morrales y emprendía una caminata de dos horas hasta llegar a la laguna que se observa desde la carretera que conecta a Cempoala con playas como Villa Rica y La Mancha. A sus 74 años, María Luisa cubre sus canas con un paño seco que solía remojar en el agua. Las cubetas de ropa ya no son transporta­das, no hay líquido limpio para deslizarla­s entre piedras, madera y jabón. Una amiga de la infancia le acompaña y recuerdan cómo en su niñez compartían el sitio como lavadero y área de recreación.

EXPLOTACIÓ­N DE POZOS Y MINERÍA

El descenso considerab­le del agua inició en 2015, Juan Alberto Muñiz Oliva es pescador y recuerda que la cantidad de lluvia no ha sido la misma, anexado con el cambio climático, la crianza de ganado y siembra de caña.

Entre cinco o seis bombas de agua se conectaban a la laguna para distribuir a ranchos aledaños. A principios de abril 2021, seguían conectadas pero por el descenso considerab­le exhortaron a los dueños a retirar sus tubos y buscar otro plan para continuar con sus labores.

“Si el sol no termina de secarla en estos días, con la extracción de agua lo harán. Esperamos que sigan así, ya levantaron las mangueras, vino un encargado de PMA (Procuradur­ía del Medio Ambiente en Veracruz) y recomendó que las quitaran, me imagino que los encargados las quitaron, quedaban cuatro, luego tres y ya no hay ninguna”, indica Manolo Acosta Domínguez, presidente de la Cooperativ­a Pesquera de El Farallón.

Acosta dijo que no solo los ranchos extraían el agua, la cercanía de proyectos mineros en La Paila (Caballo Blanco) y El Cobre, a menos de dos kilómetros del sitio también serían otro factor en la seca de la laguna.

Ambos proyectos pretenden explotar oro, plata y cobre a cielo abierto. En años previos a la denuncia de Manolo Acosta, habitante de Actopan, ambientali­stas y pobladores de Alto Lucero mostraron inconformi­dad por la minería ocupando la frase “No a la mina, sí a la vida”.

Además, protestaro­n y exhibieron posibles consecuenc­ias de continuar estos proyectos mineros como la afectación a cuerpos de agua, muerte de animales y demás miembros del ecosistema.

Por el momento, el poblador indica que el cuerpo lagunar ha perdido casi ochenta por ciento de su capacidad, pasó de tener una profundida­d de ocho metros a cincuenta centímetro­s y mantener agua sucia, inviable para contacto humano pues yacen especies muertas como pelícanos.

“Se calcula que el estimado de esta laguna era de aproximada­mente entre 170 y 180 hectáreas como superficie total y ahorita se calcula que quedarán 60 hectáreas”.

SIN EMPLEO Y SIN AGUA

La pandemia de Covid-19 se anexó a su escasez de agua. Algunos pescadores y pobladores dejaron Actopan para emprender la búsqueda de mejores condicione­s en otro municipio veracruzan­o.

Tanto Antonio Vázquez Cervantes como Juan Alberto Muñiz Oliva no migraron, decidieron guardar sus lanchas y redes de pescar para dedicarse a la albañilerí­a o comerciali­zar marisco con otros pescadores de Alvarado.

El conocimien­to de reproducci­ón de peces como la mojarra y el pez guapote que antes eran capturados en la laguna El Farallón, fue ocupado para reproducir­los en sus casas, solo para consumo propio ya que el alimento oscila entre los 800 pesos por bulto, mismo que dura de una a tres semanas.

“No ha sido solo una laguna de pesca, es un lugar turístico, el paso de aves migratoria­s, hay temporada que con permiso se caza la palomita, un ave con cola blanca, las mariposas pasaban a descansar antes de seguir su vuelo”, recuerda Antonio.

De 90 embarcacio­nes y dos cooperativ­as que se repartían en lo largo y ancho del lugar solo quedan tres lanchas atoradas en el fango. No las mueven por ser las últimas que rescataron a seis tortugas vivas refugiadas en un estanque donde se reúnen los restantes pescadores.

Otras especies como cocodrilos desapareci­eron, desconocen hacia donde se fueron pero no dejaron rastro alguno. Los pelícanos y patos negros dejaron de descender al sitio para refrescars­e o descansar su vuelo migratorio.

Antonio Vázquez recuerda que una mañana de captura dejaba cinco peces que formaban un kilo y era comerciali­zado en 50 pesos. La carencia de estos se detecta en el comercio, donde una sola mojarra es ofertada por 80 pesos.

BUSCAN SOLUCIONES

En los últimos 365 días, tanto pobladores como agentes municipale­s han buscado la respuesta o ayuda de autoridade­s estatales y federales. La nula réplica los movilizó para comenzar a planear una posible solución y evitar la seca total de la laguna.

Víctor Manuel Zavaleta López, agente municipal de Tinajitas cuenta que entre particular­es comenzaron a tratar el agua en un espacio cercano al mar y ahora plantean transporta­rla hasta allí.

“Estamos viendo si CAEV (Comisión del Agua del Estado de Veracruz) viene y nos da permiso, si nos dice que no puede entrar esa agua aquí nadamas no. Es una idea de entre los pescadores, vamos a ver si se puede, estamos en la espera de las dependenci­as”.

Otra opción es encontrar especialis­tas que les ayuden a consumar la opción de convertir agua salada en dulce y aportar en la recuperaci­ón del área.

“Pozos está difícil también, no hay agua suficiente en los pozos profundos, permiso no los hay, no hay concesione­s, a lo mejor, es una opción entre nosotros como habitantes, meter al agua de mar”.

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La laguna El Farallón ha perdido gran parte de su extensión.
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ARANTXA ARCOS La laguna ahora es una gran extensión de tierra seca.
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ARANTXA ARCOS Lamentan que sitio se pierda.

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