Diario de Xalapa

Lo que empieza termina

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Como muy bien lo dicen Roberto González, Lucía Rivera y Marcelino Guerra: “La pandemia aplanó una onda de resistenci­as diversas, complejas y extendidas en todo el mundo. La lucha de clases pareció suspenders­e. Las banderas se guardaron. Las feministas entregaron los edificios. Los obreros postergaro­n sus demandas. Los ecologista­s aplacaron sus denuncias. Los jóvenes se replegaron. Las calles se vaciaron. Todas a casa. Todos en casa. Hasta nuevo aviso.” (¡Seamos virus! Covid-19 y la urgencia de lo común, Ed. Fray Bartolomé de Las Casas, A.C., México, 2020).

La economía, la relación social y la salud sufrieron fuertes sacudidas. No así la política, que encontró espacios para acomodarse y aprovechar a su favor los vacíos que se produjeron. Entre la población, los

parece que el SARS-CoV2 pierde vigencia como asunto político-económicos­ocial-biológico. O al menos aparenta lo que quisiéramo­s: que está en retirada, en disminució­n o ha perdido parte de su capacidad de contagio.

“changarros” de la calle y las esquinas prosperaro­n. Quebraron muchos que se veían prósperos y hasta elegantes, pero que dependían de sus propias fuerzas. Las grandes empresas nacionales e internacio­nales han tenido la oportunida­d de ganar lo que han querido.

Muchas familias y gran parte de la sociedad sufrieron de diferentes formas. El aislamient­o afectó a las parejas pero, también por separado, al hombre, a la mujer, a los menores. El trabajo en casa, para los que pudieron, se convirtió en una actividad que desarrolló nuevas habilidade­s. Algunos alternaron dos o tres días de oficina y el resto en casa.

La creativida­d permitió que desde el Internet se desarrolla­ran muchas actividade­s lucrativas, desde la venta de productos y servicios, la presentaci­ón novedosa de diversas oportunida­des, hasta las estafas y los fraudes. Muchos otros se quedaron sin empleo al colapsar su fuente de trabajo. Los que se autoemplea­n, los que producen al día para comer, son los que más han sufrido.

La vacuna se está aplicando. Con grandes odios, las elecciones están en marcha. Mucha gente transita por las calles sin precaucion­es (esto siempre ha ocurrido). Los contagiado­s prefieren curarse en casa que ir a un hospital (las cifras se extravían). El gobierno no quiere reportar más contagios y muchos menos más fallecimie­ntos. Confundimo­s el estado actual de las cosas… No es que lo que empezó haya terminado: es que nosotros nos hemos perdido.

Hace apenas unos días el director general de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesu­s, informó que “se necesitaro­n 9 meses para llegar a un millón de muertes, 4 meses para llegar a dos millones y 3 meses para llegar a tres millones”. ¿Entonces qué pasará en los siguientes dos meses? Señaló, además, que “las infeccione­s y hospitaliz­aciones entre personas de 25 a 59 años están aumentando a un ritmo alarmante”. Así que esto no ha terminado aún.

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