Diario de Xalapa

"Doloroso, sufrir el maltrato de hijo"

- CELIA GAYOSSO

Luego de algunos años, infinidad de oraciones y abundantes lágrimas, el corazón de Rosario Canseco ha sanado. El perdón trajo a su alma y cuerpo sanidad.

Un día, afirma, su hijo acompañado por su esposa, entraron a su casa de la cual la sacaron con insultos y de la noche a la mañana se quedó sin un techo, sin embargo, lo que más le dolió fue perder a su hijo.

Hoy Rosario puede hablar del tema sin llorar. Narra que tras el suceso, no le ha dolido perder la casa en la que vivió por más de 30 años, lo que le hirió profundame­nte fue la actitud de "mi muchacho", con quien no tiene ningún contacto luego de que fuera despojada de su hogar.

Sin entrar en detalles, recuerda que a sus dos hijos los crió con el mismo amor, les dio las mismas atenciones, lo que su economía le permitía para que estudiaran y se desarrolla­ran. Ellos hicieron su vida, se fueron a vivir con sus respectiva­s parejas, pero nunca perdió el contacto con ellos, pues sus nietas los acercaron. Él terminó su relación con la madre de su primera hija y se fue a buscar suerte a la frontera de México con Estados Unidos, de donde a los años regresó con una nueva pareja con la que estableció una relación cordial, sin embargo, no aceptó que vivieran en su casa y aunque a su hijo no le pareció, respetó su decisión.

Con relativa frecuencia la visitaban y su hijo insistía en que la casa era muy grande para ella sola, que le caería bien su compañía, por lo que acabó cediendo. Al principio todo iba bien, pero al cabo de los meses empezó a ser tratada como una extraña en su propia casa, asegura.

Indican que que le ponían "mala cara", no podía tomar alimentos de los que ellos adquirían y cada vez había más discusione­s entre la pareja, en las que ella no se metía y se refugiaba en su recámara o se salía.

No pasaron ni cinco meses cuando una mañana al regresar del mercado, ambos la empezaron a insultar, a decirle palabras crueles y a correrla; estaba en shock por lo que sólo atinó a salirse.

Rosario, tras salir de la depresión que la alejó de la realidad por varios meses, se puso “las pilas” y empezó a trabajar nuevamente en sus ventas.

Tiene el don de vender todo y de todo, lo mismo ropa, que bisutería, cremas, lociones y mucho más. Su auto siempre está lleno de los más diversos productos que ofrece a conocidos y desconocid­os.

No sabe qué pasará con su hijo, a quien no ha vuelto a ver desde entonces, sólo sabe que lo ha perdonado, y que eso le permite vivir ahora sin rencor y enfocarse en reponerse emocionalm­ente y aspirar a construirs­e una casita en la cual viva en paz y pueda recibir a sus nietras.

. “Dios me ha bendecido con amigos que me dieron un lugar donde vivir, que me cuidaron cuando no estaba en condicione­s de hacerlo yo misma”, dice Rosario, quien pasará el 10 de Mayo con su mamá, sus dos nietas y su hija.

Una mañana al regresar del mercado, su hijo y nuera la recibieron con crueldad y gritos para después correrla de su casa; estaba en shock, por lo que sólo atinó a salirse.

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