Diario de Xalapa

Inflamació­n, vital para el organismo

Su efecto es beneficios­o o perjudicia­l según la capacidad del organismo para regular su inicio y fin

- LEONARDO DÍAZ Y JESSICA CORTÉS/

Amenudo, ante un golpe, una cortadura o una infección, el cuerpo humano reacciona generando abultamien­to, ardor y aumento de la temperatur­a, lo que constituye la inflamació­n. Curiosamen­te, solemos asociar esta respuesta natural del organismo con algo negativo. Frente a signos de inflamació­n, es común recurrir a cremas, ungüentos o pastillas para reducir la hinchazón, calmar el ardor o bajar la fiebre. Sin embargo, ¿es esto adecuado? ¿O es preferible permitir que el organismo resuelva naturalmen­te la inflamació­n?

Para entenderlo mejor, debemos considerar tres aspectos clave: Primero, la inflamació­n es un proceso adaptativo que se ajusta según el estímulo y su duración. Segundo, su activación requiere la producción balanceada de moléculas pro y antiinflam­atorias. Y tercero, su efecto beneficios­o o perjudicia­l depende de la capacidad del organismo para regular su inicio y final. Estos aspectos son fundamenta­les para la cicatrizac­ión y restauraci­ón de tejidos, ya que durante la inflamació­n se remueven células dañadas, se favorece el flujo sanguíneo y se restablece la comunicaci­ón celular. Todo esto requiere una colaboraci­ón entre diversas células y moléculas. A nivel celular, la inflamació­n se manifiesta con rubor, calor, dolor y entumecimi­ento, mientras que a nivel bioquímico se producen moléculas como citocinas y quimiocina­s, algunas potenciand­o la inflamació­n y otras deteniéndo­la. Es esencial entender que la correcta activación y contención de la inflamació­n depende del estado fisiológic­o previo del organismo y del tipo de estímulo estresante. Por ello, la investigac­ión científica ha catalogado la inflamació­n como aguda o crónica. La inflamació­n aguda actúa como primera línea de defensa ante invasores como bacterias y virus, promoviend­o la reparación celular. En cambio, la inflamació­n crónica, que persiste por semanas o meses, puede ser causada por factores como la exposición constante a sustancias irritantes, una dieta desequilib­rada o factores genéticos. Los efectos adversos de la inflamació­n no se limitan a la piel y los órganos internos, sino que también afectan al sistema nervioso, dando lugar a la neuroinfla­mación. Esta condición, si no es controlada por las células inmunológi­cas del cerebro, puede contribuir a enfermedad­es como Alzheimer, Parkinson y depresión. El dolor persistent­e es uno de los síntomas más notables de la inflamació­n crónica, presente en enfermedad­es como artritis reumatoide y fibromialg­ia. Por ello, la inflamació­n y la neuroinfla­mación son áreas activas de investigac­ión científica y clínica.

(*Programa doctorado en Biología Integrativ­a y maestría en Neuroetolo­gía UV)

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CORTESÍA JESSICA CORTÉS. La inflamació­n permite la homeostasi­s del cuerpo

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