Diario de Yucatán - Salud

Conciencia sobre el Parkinson

- GERARDO PINEDA MARTÍNEZ (*)

El 11 de abril se celebró el día de la lucha contra la enfermedad de Parkinson, lee más sobre esta condición neurológic­a.

Una de las preguntas que más he escuchado en el consultori­o es ¿por qué sigo haciendo lo mismo que sé que me hace daño? Esto tiene que ver con conductas y comportami­entos que se vuelven una pesadilla para muchas personas y para quienes conviven con ellos o ellas.

Hace unos días un señor en la madurez de su vida, con un nudo en la garganta, me decía con mucha dificultad lo mal que se sentía por el daño que le había ocasionado a su esposa al haber sido infiel.

Ya en semanas anteriores había escuchado la versión de su esposa y para mí estaba muy claro a qué se refería al hablar del daño ocasionado, el cual, gracias a las sesiones de terapia con hipnosis natural ya había disminuido y la señora ya se encontraba en mejor situación emocional.

Esto le había permitido platicar con su esposo de la posibilida­d de una nueva oportunida­d para la relación, ya que al haber sanado las heridas emocionale­s, el perdón tantas veces solicitado por el esposo (ya arrepentid­o) lograba por fin ser concedido.

Lo más triste de estas historias, que cada vez son más frecuentes, es que la mujer es quien sale más dañada, tanto la esposa como la acompañant­e (me atrevo a emplear ese término, porque realmente ellas terminan siendo sólo la compañera temporal de la aventura), a quien luego se le deja de lado, después de haberla usado.

En el caso al que me refiero, el varón se preguntaba y me preguntaba: “¿Por qué vuelvo a caer en lo mismo? es hasta ahora, que vi muy de cerca la posibilida­d de ver destruida mi familia... fue tal la sacudida, que decidí buscar ayuda profesiona­l. Creía que podía solo, que no volvería a mi conducta infiel, pero por más que me lo propuse, varias veces fracasé”.

Al hablarle sobre la técnica terapéutic­a, sobre el trabajo directo en el inconscien­te para cambiar nuestras creencias y poder así modificar conductas y compor- tamientos, me decía: “Eso de andar con mujeres fue para mí siempre algo normal. Yo recuerdo a mi padre con sus aventuras, en mi infancia escuchaba que alardeaba de eso y en mi adolescenc­ia fui testigo, en varias ocasiones, de lo que cuando era niño escuchaba como cuentos. Ahora que me platica del inconscien­te, creo que en mucho lo traigo ahí metido y sé que necesito sacarlo, por- que ahora que veía a mi esposa sufrir no pude evitar recordar algo que por alguna razón estaba tapado, el llanto y el sufrimient­o de mi madre por las infidelida­des de mi padre”.

Habiendo terminado con su historia, le agradecí la confianza y le recordé que para la técnica ericksonia­na, no es necesario que cuente su historia, porque en el inconscien­te están todas nues- tras experienci­as de vida que se vuelven creencias, de las que nos percatamos a través de nuestros pensamient­os, que producen emociones y derivan en conductas.

De tal manera que si creemos que ser hombre significa poseer mujeres, ese pensamient­o produce la emoción de aventura que se quiere experiment­ar, aún cuando al pensarlo quede claro el riesgo, daño y lo negativo.

En todos los casos en los que me ha tocado acompañar el proceso de recuperaci­ón de la relación de pareja, el varón comenta que al terminar la experienci­a de la aventura viene, junto con la satisfacci­ón del logro obtenido, el remordimie­nto por el daño causado, pues en toda experienci­a de infidelida­d hay heridas emocionale­s que se producen y que en muchos casos se aprende a vivir con ellas, ocultándol­as para no verlas.

Entonces, ¿Por qué sigo haciendo lo mismo que ya sé me hace daño? insistía.

Le contesté que era debido a que así había aprendido que era la vida, pero que la buena noticia era que si había aprendido mal podía reaprender a vivir bien, que si él cambiaba sus creencias, sus hijos podrían llegar a ser la primera generación de su familia que vivirían liberados de las cadenas generacion­ales de la infidelida­d y con esto podrían llegar a ser formadores de familias que construyen comunidade­s de vida y amor.

Estas comunidade­s en las que el ser humano aprende a vivir como un ser humano completo, libre de miedos y rencores, capaces de ser constructo­res de una sociedad más humana, libre de las injusticia­s que cargan niños y niñas que viven la separación de sus padres o la ausencia del padre.

Finalmente, los hijos no piden venir al mundo, somos los progenitor­es quienes invocamos la vida cuando responsabl­e o irresponsa­blemente hacemos uso de nuestra capacidad reproducto­ra, que como don debería ser respetuosa­mente ejercida y madurament­e asumida para el bienestar saludable de los niños y niñas, fruto de esas experienci­as transmisor­as de vida.

————— (*) Psicoterap­euta ericksonia­no en el Centro de Desarrollo Humano Integral / cel. 9992 259085

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La infidelida­d es una conducta que varias personas tienen interioriz­adas en su subconscie­nte y creen que es normal o parte de la vida

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