Conciencia sobre el Parkinson
El 11 de abril se celebró el día de la lucha contra la enfermedad de Parkinson, lee más sobre esta condición neurológica.
Una de las preguntas que más he escuchado en el consultorio es ¿por qué sigo haciendo lo mismo que sé que me hace daño? Esto tiene que ver con conductas y comportamientos que se vuelven una pesadilla para muchas personas y para quienes conviven con ellos o ellas.
Hace unos días un señor en la madurez de su vida, con un nudo en la garganta, me decía con mucha dificultad lo mal que se sentía por el daño que le había ocasionado a su esposa al haber sido infiel.
Ya en semanas anteriores había escuchado la versión de su esposa y para mí estaba muy claro a qué se refería al hablar del daño ocasionado, el cual, gracias a las sesiones de terapia con hipnosis natural ya había disminuido y la señora ya se encontraba en mejor situación emocional.
Esto le había permitido platicar con su esposo de la posibilidad de una nueva oportunidad para la relación, ya que al haber sanado las heridas emocionales, el perdón tantas veces solicitado por el esposo (ya arrepentido) lograba por fin ser concedido.
Lo más triste de estas historias, que cada vez son más frecuentes, es que la mujer es quien sale más dañada, tanto la esposa como la acompañante (me atrevo a emplear ese término, porque realmente ellas terminan siendo sólo la compañera temporal de la aventura), a quien luego se le deja de lado, después de haberla usado.
En el caso al que me refiero, el varón se preguntaba y me preguntaba: “¿Por qué vuelvo a caer en lo mismo? es hasta ahora, que vi muy de cerca la posibilidad de ver destruida mi familia... fue tal la sacudida, que decidí buscar ayuda profesional. Creía que podía solo, que no volvería a mi conducta infiel, pero por más que me lo propuse, varias veces fracasé”.
Al hablarle sobre la técnica terapéutica, sobre el trabajo directo en el inconsciente para cambiar nuestras creencias y poder así modificar conductas y compor- tamientos, me decía: “Eso de andar con mujeres fue para mí siempre algo normal. Yo recuerdo a mi padre con sus aventuras, en mi infancia escuchaba que alardeaba de eso y en mi adolescencia fui testigo, en varias ocasiones, de lo que cuando era niño escuchaba como cuentos. Ahora que me platica del inconsciente, creo que en mucho lo traigo ahí metido y sé que necesito sacarlo, por- que ahora que veía a mi esposa sufrir no pude evitar recordar algo que por alguna razón estaba tapado, el llanto y el sufrimiento de mi madre por las infidelidades de mi padre”.
Habiendo terminado con su historia, le agradecí la confianza y le recordé que para la técnica ericksoniana, no es necesario que cuente su historia, porque en el inconsciente están todas nues- tras experiencias de vida que se vuelven creencias, de las que nos percatamos a través de nuestros pensamientos, que producen emociones y derivan en conductas.
De tal manera que si creemos que ser hombre significa poseer mujeres, ese pensamiento produce la emoción de aventura que se quiere experimentar, aún cuando al pensarlo quede claro el riesgo, daño y lo negativo.
En todos los casos en los que me ha tocado acompañar el proceso de recuperación de la relación de pareja, el varón comenta que al terminar la experiencia de la aventura viene, junto con la satisfacción del logro obtenido, el remordimiento por el daño causado, pues en toda experiencia de infidelidad hay heridas emocionales que se producen y que en muchos casos se aprende a vivir con ellas, ocultándolas para no verlas.
Entonces, ¿Por qué sigo haciendo lo mismo que ya sé me hace daño? insistía.
Le contesté que era debido a que así había aprendido que era la vida, pero que la buena noticia era que si había aprendido mal podía reaprender a vivir bien, que si él cambiaba sus creencias, sus hijos podrían llegar a ser la primera generación de su familia que vivirían liberados de las cadenas generacionales de la infidelidad y con esto podrían llegar a ser formadores de familias que construyen comunidades de vida y amor.
Estas comunidades en las que el ser humano aprende a vivir como un ser humano completo, libre de miedos y rencores, capaces de ser constructores de una sociedad más humana, libre de las injusticias que cargan niños y niñas que viven la separación de sus padres o la ausencia del padre.
Finalmente, los hijos no piden venir al mundo, somos los progenitores quienes invocamos la vida cuando responsable o irresponsablemente hacemos uso de nuestra capacidad reproductora, que como don debería ser respetuosamente ejercida y maduramente asumida para el bienestar saludable de los niños y niñas, fruto de esas experiencias transmisoras de vida.
————— (*) Psicoterapeuta ericksoniano en el Centro de Desarrollo Humano Integral / cel. 9992 259085