Problema aprendido
Si quieres enfurecer a una mujer y hacer que salga la peor versión de ella misma, traiciónala. Se verá envuelta en un huracán emocional que la llevará del coraje al odio; de la ira a la culpa, y de la rabia a la depresión. Hablo de la infidelidad.
Según el Inegi de 1985 al 2015 los divorcios se incrementaron un 263%; de acuerdo a mis registros, más del 70% de los casos femeninos que atiendo se tratan de esa experiencia devastadora.
La mujer se entrega por completo en la relación de pareja y espera ser correspondida de la misma forma. Como el cimiento de toda buena relación es la confianza, cuando ésta se pierde, todo lo construido se tambalea con el riesgo de desmoronarse y dejar sólo escombros de lo que fue una gran edificación.
¿Quién no ha escuchado decir: “Todos los hombres son infieles por naturaleza”? Esta expresión no tiene nada de científico. No existe razón biológica o psicológica que pueda servir para esa afirmación. En este tema estamos ante el resultado de un constructo cultural enseñado y aprendido.
Hemos sido testigos de la conversación entre un padre y su hijo en la que el primero, orgulloso, le dice al niño de preescolar: “¿Quién te gusta? ¿Cuántas novias tienes?”. El papá seguirá insistiendo cada vez que se le ocurra. ¿Cuál es el aprendizaje que se va construyendo? “Es normal tener muchas mujeres”. Esta “enseñanza” es, en la mayoría de los casos, reforzada por mamá, abuelos y tíos.
La supuesta incapacidad natural del hombre para ser fiel a una sola mujer, no es sino el resultado de un proceso educativo. ¿Quiénes somos los responsables de educar en la fidelidad? Los propios padres. Los que educamos sobre responsabilidad, honestidad, respeto, y más. Es evidente cuando faltan esos valores, ya que nos encontramos con personas con un humanismo bastante disminuido y que van por la vida haciendo daño a los demás y a sí mismos.
Afecta a todo el círculo
En una infidelidad conyugal sufren todos los involucrados, como la esposa que ha sido traicionada. Incluso antes, el infiel sentía el estrés y la presión por el temor a ser descubierto. La amante también sufre por las dudas de si el “galán” terminará dejando a la esposa. Lo mismo pasa con los hijos cuando se enteran y en la mayoría de casos que he atendido se dieron cuenta antes que su mamá.
Cuando la infidelidad es descubierta por la esposa, inicia ese proceso emocional devastador que varía en intensidad según el temperamento y el carácter de la ofendida, siendo un común denominador ese “huracán emocional”; el punto final es la depresión -como resultado de las heridas emocionales-, la autoestima hecha añicos y la frustración combinada con el sentimiento de culpa de algo inexplicable.
En todos los casos que me ha tocado atender, la mujer termina su proceso terapéutico como una mujer nueva, más fuerte, más segura y sintiéndose posibilitada para tomar decisiones trascendentes para su vida habiendo superado la afectación emocional ya superada.
¿Qué hacer para que esta violencia hacia la mujer vaya disminuyendo hasta lo mínimo posible? Necesitamos empezar desde el principio, inculcando en nuestros hijos el respeto a la mujer, porque si a una mujer “no se le toca ni con el pétalo de una rosa”, mucho menos habrá que hacerle daño con palabras ofensivas o degradantes… mucho menos con la agresión física o la traición.
————— (*) Psicoterapia en el Centro de Desarrollo Humano Integral (CEDEHI). Cel. 9 9 92 2 59 0 8 5