Este año 2017, un período de retos
En las circunstancias actuales, el horizonte de este 2017 no genera un pronóstico halagüeño; a sólo tres meses de su inicio, los sucesos actuales y los que aún nos falta ver dificultan elevar papagayos entusiastas.
En el ámbito nacional, el aspecto económico con la devaluación del peso mexicano, la caída del precio del barril de petróleo, la pérdida de valor adquisitivo de los exiguos salarios que devenga la mayoría de los trabajadores ante el galopante aumento de precios de todos los productos, el alza de la gasolina, el incremento mensual a las tarifas de energía eléctrica, una balanza comercial internacional que no se logra equilibrar y el anuncio de un ajuste a la baja del PIB, se puede configurar un desaceleramiento económico de pronósticos reservados.
En lo político, la crisis de gobernabilidad desatada abiertamente a partir de la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa ————— (*) Presidenta de la Federación Estatal de Colonos Urbanos de Yucatán (Fecuy) y el asunto de la llamada casa blanca parece no encontrar cauces para solucionarse; por el contrario, la bola de nieve va creciendo con las fosas clandestinas encontradas, las provocaciones e infiltraciones con el objetivo de deslegitimar las crecientes protestas sociales, las degradadas procuración e impartición de justicia y la aparición cotidiana de muertos y más muertos, la mayor parte jóvenes.
En lo social, prevalece la desigualdad, la pobreza, la falta de oportunidades y un hartazgo ciudadano ante las afrentas que le han propinado quienes detentan el poder. La violencia se hace omnipresente en la mayor parte de nuestra geografía nacional, la opacidad de los gobiernos es prácticamente el sello de la casa, la corrupción y la impunidad permean en prácticamente todos los segmentos poblacionales, pero de forma significativa en la clase política en general y en las dependencias gubernamentales.
En Yucatán, los problemas saltan a la vista, aunque la publicidad oficial los ignore. Desnutrición infantil, aumento del número de familias que viven en pobreza, trabajadores que devengan los salarios más bajos del país, brotes y en algunos casos verdaderas epidemias de enfermedades que no sólo se ocultan, sino incluso se niegan, algunas obras de relumbrón en tanto que hay miles de campesinos suplicando apoyo para tener un sistema de riego; despojo de tierras, crecimiento de la deuda pública, incremento de la inseguridad, pese al cacareado programa Escudo Yucatán, opacidad en la administración pública y falta de rendición de cuentas son apenas algunas de las cosas malas de las que nadie quiere hablar.
Los acuerdos —o complicidades— entre diversos actores políticos y mandatarios de los diferentes órdenes y poderes del gobierno han generado una lamentable uniformidad en las prácticas del ejercicio del poder público. Los contrapesos, la autonomía o la independencia entre ellos son inexistentes.
Lamentablemente, todo parece indicar que la mercadotecnia, los intereses, las necesidades o el temor son los ingredientes para mantener a la mayoría de la sociedad yucateca aletargada, mirando los acontecimientos, quejándose en privado, pero en público manteniéndose en la postura de invitados de palo.
El próximo año habrá elecciones en todo el país; en Yucatán tendremos el tercer proceso electoral concurrente —el segundo para sufragar por todos los cargos— para elegir presidente de la república, senadores, diputados federales, gobernador, diputados locales y ayuntamientos. Estamos a un año de que se inicien oficialmente las campañas de los candidatos de todos los partidos, pero el ambiente político de confrontación, polarización extrema y manipuleo ya hizo acto de presencia. Los diferentes partidos políticos se encuentran desdibujados, faltos de credibilidad y sin que se vean estrategias y tácticas adecuadas para recuperarse ante quienes no son sus militantes o simpatizantes.
La competencia electoral, la lucha por el poder elevará a su máxima potencia las malas prácticas, el incumplimiento de compromisos y programas de desarrollo, el desvío de recursos, la coacción, la falta de transparencia en el quehacer público y, desde luego, la rampante impunidad, con la consecuente agudización de todos los problemas económicos, políticos y sociales.
El año 2017 se presenta como un año difícil, como un reto que es necesario enfrentar y vencer; por ello, menos que nunca se debe arriar la bandera de la participación ciudadana, pues no es posible generar la convivencia social armónica o la supervivencia sin hacer absolutamente nada.
Es necesario creer en nosotros mismos y asumir la responsabilidad que a cada quien corresponde; todos podemos hacer algo para cambiar el estado de cosas de nuestra realidad, tan lamentable para buen número de yucatecos y mexicanos.
Si nos decidimos a hacer efectivo el “¡Ya basta!” a las malas prácticas de todos, absolutamente todos y al mismo tiempo cumplimos a cabalidad la tarea que nos toca, aunque sea pequeña, sin duda se pueden construir las condiciones para aspirar a un mejor futuro.— Mérida, Yucatán.