Paz en México, tesoro o botín
Ellos quieren poner fin a su pesadilla, quieren huir de su realidad. Ellos buscan un resquicio de tranquilidad, un espacio territorial que puedan llamar hogar, sin necesidad de sufrir ese duermevela cotidiano en el que se espera cada minuto pueda irrumpir la violencia, la violación sobre su persona.
Ellos abandonan su lugar de origen primigenio en esa región del continente que une definitivamente al Norte con el Sur. Ellos desean mirar hacia otro lado, tranquilos, sin la psicosis de ser sorprendidos con la guardia baja y generar un modo honesto de vivir. Ellos ya no quieren a sus mujeres violadas de manera sistemática y con absoluta impunidad. Ellos ya no quieren a sus hijos levantados para protagonizar la zaga del negocio global de trata y explotación sexual. Ellos ya no quieren a sus hombres desertando de la vida familiar a cambio de un revólver al cinto, una camioneta y un fajo de billetes de veinte dólares que financien los narcóticos y el alcohol con el que se separan de la realidad.
Ellos quieren alcanzar su tesoro, ese que se visualiza como la posibilidad de alimentarse versus simplemente llenar la panza, tener piso firme en su vivienda y poder “hacer del cuerpo” en algo más higiénico que un hoyo en la tierra. Ellos quieren que sus mujeres se realicen y tengan la posibilidad de recuperar su voz, ser productivas, no embarazarse involuntariamente a los doce años de edad.
Los otros les esperan sonrientes, siempre al otro lado de una frontera septentrional. Organizados, bien comidos y soezmente satisfechos de placeres prohibidos, inalcanzables para los primeros. Fantasmagóricos, los otros, guarecidos por las selvas, los centros urbanos sin ————— (*) Escritor control, los mandos políticos mimetizados con los mandos criminales, a plena luz del día les esperan…
Ellos comienzan a vivir la segunda pesadilla o la segunda parte de su pesadilla original continuada. Seducidos por promesas de reubicación y transporte, seguridades falaces que les resuenan en la desesperación, o el sometimiento forzado en operativos tipo paramilitar con comandos de criminales mezclados con funcionarios con credencial oficial y vehículos rotulados.
Los otros los toman como un botín. Ante la incompetencia y estulticia de quienes debieran resguardar los derechos humanos de ellos. Ante la distracción de las autoridades que no previenen la corrupción y la delincuencia, pues dejando ser entorpecen menos sus audaces juegos de poder y política “de altura”. Así, ante todo eso, los otros se reparten a ellos, los venden a ellos en mercados secundarios y terciarios, los criban según la utilidad que les hallen: prostitución, esclavitud, camellos, mulas, carne de cañón para operativos criminales, moneda de cambio para otros grupos de una región diferente que vende armas o equipos de inteligencia para delinquir aún más. Los otros les sepultan en espeluznantes fosas que cavan a ciencia y paciencia de las autoridades corruptas. Coahuila, Tamaulipas, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz… ¡Por Belcebú! Veracruz…
Ellos pierden su ilusión del tesoro de la paz, de la familia, de tratar de vivir. Los otros les reciben como materia prima que les llega sin siquiera tenerla que buscar. Ellos se hunden aún más en el fango de la desesperanza. Los otros practican en ellos actos inenarrables de la degradación humana.
NO IMPORTA TANTO
¿Tesoro o botín? Al final no importa tanto, mientras tengamos todos puesta la mirada en el robo de un jersey, en el playback de Bieber, o en los amores infieles de las reinas de la pantalla chica; no importa tanto, mientras las peores atrocidades se cometen en el silencio de las estadísticas que llevamos bajo el brazo a la hora de dar un discurso televisado, de darnos baños de pureza en alguna asamblea de la ONU, a la hora de debatir en mesas redondas atestiguadas por cámaras de televisión, a la hora de hacerle caras de asco a los migrantes que aparecen en nuestra vida de manera furtiva, a la hora de la sobremesa del sábado en la que condenamos la injusticia.
Tesoro o botín, como siempre, depende del color del cristal con que se mira.— Ciudad de México. El doctor José Narro Robles es culto, inteligente, talentoso, educado, sabio y perspicaz. Todo eso se puede decir en una sola frase: el doctor José Narro es de Saltillo. Por esas cualidades, y por otras muchas más que como saltillense tiene, parece ser que el prigobierno lo está considerando como valiosa opción para la elección presidencial del próximo año.
No es que la caballada del PRI esté flaca, lo que sucede es que el PRI no tiene caballada, y las cúpulas oficiales empiezan a ver en el doctor a un posible abanderado en esa contienda.
Debo decir, empero, que si mi paisano obtuviera la candidatura eso equivaldría, para usar el modismo popular, a sacarse la rifa del tigre. Hoy por hoy el PRI se encuentra en uno de los peores momentos de su historia. Y vaya que ha tenido unos muy malos. Prácticamente todas las encuestas le dan al partido el tercer lugar en la preferencia de los electores.
Conozco al doctor Narro, y estoy seguro de que sería un magnífico presidente, mejor, mucho mejor, que cualquiera de los aspirantes a suceder a Peña Nieto. Pero sus posibilidades de obtener el triunfo son muy pocas, así de grande es la inquina de los ciudadanos contra el gobierno actual y contra el PRI.
MEJOR OPCIÓN
Muy probablemente le sucedería al doctor Narro lo mismo que le pasó a don Francisco Labastida Ochoa. Desde todos los puntos de vista era infinitamente mejor que Vicente Fox, excepción hecha de como candidato. México habría corrido mejor suerte con él que con el hombre de las botas.
Pero las circunstancias sentaron en la silla presidencial a Fox y a doña Marta, y ansina nos fue. Lo mismo podría pasarle al doctor Narro frente a López Obrador, dicho sea sin ánimo de hacer comparaciones. FIN.— Saltillo, Coahuila.