De política y cosas peores
Me gustan los bellos pecados de la vida, como es la gula, como era la lujuria. En este último renglón, el deleitoso campo de la sexualidad, soy placenteramente heterosexual. En la mujer he hallado siempre, como dice Ramón López Velarde, el barro para mi barro y el azul para mi cielo. Eso no significa, sin embargo, que todos deban ser como soy yo.
El vago concepto llamado “la normalidad” es ambiguo e impreciso. Nadie debe creerse un arquetipo, ni pensar que quienes no se le parecen son entes anómalos, insólitos o raros. La naturaleza hace criaturas humanas con tendencias diferentes, y lo menos que podemos hacer es respetarla, y respetar el derecho que cada persona tiene a ser como es y a vivir su vida sin tener que enfrentar incomprensión, intolerancia y aun hostilidad. Resulta inconcebible que en nuestro tiempo y en nuestra circunstancia debamos insistir en eso. Pero es incuestionable que los homosexuales han sido y siguen siendo objeto de diversas formas de discriminación, ya veladas, ya abiertas. La vida de muchos de ellos sigue siendo tocada por variadas maneras de ostracismo social, como es la resistencia de algunos estados a permitir el matrimonio igualitario. Hay campañas para proteger a los animales de los abusos que contra ellos cometen los humanos, y qué bueno que las haya, pero las buenas conciencias vuelven la vista hacia otro lado cuando se trata del derecho que tienen los homosexuales a vivir su vida sin estar condenados a la clandestinidad, a esa empecinada discriminación que, sobre todo por dogmas y prejuicios religiosos sigue sufriendo una minoría en desventaja.
IGUALDAD
En México, igual que en otros países del mundo, los homosexuales se organizan cada vez mejor en la defensa de sus derechos. Yo simpatizo con ese esfuerzo, y con su causa. Mi defensa se finca en un esencial respeto a la persona humana y a su diversidad. Mejor sería este mundo, y más feliz la vida de cada uno, si a todos nos cubriera por igual el manto de la justicia y la igualdad ante la ley. Celebro que los homosexuales se organicen y luchen por sus derechos y por la posición que deben tener en la sociedad. Quisiera yo, desde mi propio sitio, poder contribuir en algo a ese valeroso empeño por obtener respeto a la persona y a la vida de quienes tienen derecho, igual que todos, a la felicidad. FIN.— Saltillo, Coahuila.
La naturaleza hace criaturas humanas con tendencias diferentes, y lo menos que podemos hacer es respetarla