Diario de Yucatán

De política y cosas peores: Problemas

- CATÓN afacaton@prodigy.net.mx

He aquí un chiste de humor rojo. Don Languidio Pitocáido llegó a su casa y le contó a su esposa: “El médico de la compañía me revisó de la cintura para arriba y me asignó media pensión”. “Pend... —lo motejó ella—. Si le hubieras dicho que te revisara de la cintura para abajo te habría asignado pensión completa”.

Sigue ahora un chiste de humor blanco. El hombre atraviesa por tres edades. En la primera cree en Santo Clos. En la segunda ya no cree en Santo Clos. En la tercera él es Santo Clos.

Y a continuaci­ón viene un chiste de humor negro. Babalucas y dos de sus amigos, Manano y Malsino, fueron a nadar en la playa. Gozando estaban la caricia de las olas cuando alguien gritó de pronto: “¡Tiburón, tiburón!”. Babalucas, alegre, siguió la canción de Mike Laure: “Tiburón, tiburón. Tiburón a la vista, bañista”. No era canción: era alarmado aviso.

En efecto, se vio en la superficie de las aguas la aleta de un enorme escualo. Todos se apresuraro­n a salir del mar. Malsino, sin embargo, no apareció. Inútilment­e Babalucas y Manano lo buscaron. De pronto surgió un grito de horror entre la muchedumbr­e: las olas habían arrojado un brazo a la playa. Lo vio Manano y le dijo a Babalucas: “Es de Malsino. Mira: tiene el tatuaje de un corazón atravesado por una flecha con el nombre de la mujer a quien amó en su vida: Gargariola”. Otro grito de espanto salió de la multitud. El oleaje había depositado en la playa una pierna. Dictaminó Manano: “Es de Malsino. Mira: tiene todavía la huella de la patada que la hermosa Gargariola le propinó cuando quiso darle un beso”. En eso se escuchó otro grito, ahora de horror y espanto al mismo tiempo. Las olas habían traído a la orilla una cabeza. Manano se preocupó bastante. Dijo: “La cabeza flotó sobre las aguas, señal de que estaba vacía por dentro. No cabe duda: es de nuestro amigo”. Babalucas recogió la cabeza y le preguntó angustiado: “¿Estás bien, Malsino?”.

EL SEXO Y EL DINERO

Dos cosas hay que son fuente de problemas para el hombre: el sexo y el dinero. El primero lo inventó Diosito. Es la dulce —pero poderosa— incitación que el Creador puso en las criaturas para llevarlas a perpetuar su especie, instinto básico en los seres vivos.

El otro manantial de males es el dinero. Sorprende que le demos tanta importanci­a, siendo que los únicos problemas que el dinero puede resolver son los problemas de dinero. El dinero que se gasta más a gusto es el ajeno. De ahí que nuestros políticos dispongan con tan frívola prodigalid­ad de los dineros de los contribuye­ntes. El jugoso pago de marcha que los diputados se asignaron a sí mismos como bono de despedida es una grosera muestra de la inconscien­cia de la casta política bajo la cual vivimos, prepotente y codiciosa, que se sirve con la cuchara grande en un país donde incontable­s mexicanos amanecen sin saber si ese día tendrán algo qué llevarse a la boca. Ética es lo que falta en nuestra vida pública.

El vendedor puerta por puerta era joven y atractivo. La señora de la casa era igualmente joven y coqueta. Así no es de extrañar que después de un breve rato de conversaci­ón ambos hubieran caído en un abrazo de índole claramente pasional sobre el sillón grande de la sala. En ese ardiente trance erótico se hallaban cuando se abrió la puerta de la calle y entró el marido de la pecatriz. El visitante, cosa explicable, se asustó sobremaner­a. “No te preocupes —lo tranquiliz­ó la mujer—. Es árbitro de fútbol. No ve nada”. FIN.— Saltillo, Coahuila.

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