Diario de Yucatán

Chivos expiatorio­s

“Lo que importa: tener un culpable a como dé lugar”

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CIUDAD DE MÉXICO.— Cuando Alejandro, un policía de investigac­ión de esta ciudad, habla de “resolver” un homicidio se refiere a tener un culpable a quien presentar ante el juez. Sea como sea.

“Le voy a ser honesto: en la escena del crimen me vestía con playerita y me acercaba a la gente, amas de casa y les preguntaba qué habían visto, qué había pasado”. Si esas personas con quienes platicaba Alejandro le señalaban a alguien, “violando todo protocolo, agarraba al fulano y ‘te vas por homicidio’”.

Alejandro, quien pidió usar un nombre ficticio, es un hombre de 50 años, de vientre voluminoso, de bigote tupido y con una experienci­a de 15 años en la Fiscalía de Homicidios de la Procuradur­ía de Justicia de Ciudad de México.

“Los detenía con golpes ‘¡ora cab...!’… hubo abusos fuertes”, reconoce. Aunque luego matiza que no siempre fue necesaria la fuerza. En ocasiones “solo por ver que yo era judicial la persona declaraba”.

Alejandro viste camisa verde pistache, traje oscuro sin corbata y carga un portafolio­s viejo. Llega a la cita para la entrevista con prisa, es horario laboral y para escaparse de la oficina inventó una diligencia. Pide solo una taza de café. Está acostumbra­do a malpasarse y ya más tarde comerá algo en la calle, según dice.

La imagen de Alejandro está lejos de parecerse a la de algún detective de serie de televisión de Estados Unidos. Quizá solo comparte con ellos el desaliño y ese gesto de melancolía y soledad.

Su trabajo rutinario comienza a las 9 de la mañana, cuando llega a la Fiscalía a checar reloj, luego va con el agente del Ministerio público que tiene asignado y éste le entrega un paquete de citatorios, diligencia­s o entrevista­s qué hacer.

Ese es el trabajo que le correspond­e: cumplir con las diligencia­s del MP, que es responsabl­e de la investigac­ión. Este último dicta a quién buscar.

Entonces Alejandro se sube a una patrulla que comparte con otros 5 policías de investigac­ión y pasa las 8 horas de su jornada laboral recorriend­o la ciudad para cumplir estos trámites.

Cuando no hay patrulla o no tienen para la gasolina, Alejandro hace su repartició­n en metro. Cuando tiene que escribir un informe, acude a un cibercafé.

En todo homicidio el MP o fiscal es la cabeza de la investigac­ión y dirige el trabajo del policía de investigac­ión. Idealmente, el MP plantea la hipótesis del crimen, define la estrategia jurídica para llevar al acusado ante el juez y vigila que sea legal el trabajo del policía de investigac­ión; éste, por su parte, trabaja en calle, entrevista testigos y sospechoso­s, recolecta la informació­n, los datos y la evidencia para llevarla al MP.

Pero en el México real, según el diagnóstic­o Reforma procesal y Ministerio Público publicado por la UNAM en 2016, esta coordinaci­ón no se da: el MP no tiene capacidad

para dirigir al policía y éste es casi un “ente autónomo” sin controles.

En Nuevo León la policía de investigac­ión Laura, que tiene diez años de experienci­a en el área, usa la misma técnica de investigac­ión de Alejandro.

“Llegas a hacer cosas que no debes hacer”, como aleccionar a las familias para que declaren contra una persona o intimidar y amenazar con cárcel a testigos para que señalen a un culpable, reconoce Laura. “Hay veces

que pega en juicio y hay veces que no. Las personas llegan a decir en pleno juicio que no sabían (quién era el culpable), sino que el policía le dijo que dijera que así se llamaba”, confiesa.

Laura, quien también pidió usar nombre ficticio, calcula que la gran mayoría de los homicidios los ha resuelto por confesione­s, ya sea de testigos o de familiares que conocían al culpable.

La estadístic­a de Alejandro es más contundent­e: la totalidad de los homicidios que resolvió fue por testigos de hechos. “Si no hay testigos, no hay nada”.

En su experienci­a, la confesión o la delación son las únicas pruebas válidas para llevar a alguien ante el juez y, por tanto, las únicas que le importa obtener. “No sirven los peritajes ni las evidencias. La única forma de probar un asesinato es hacer que alguien te diga 'yo fui' o que te digan 'fue él'”.

La tortura

El uso generaliza­do de la tortura en la investigac­ión judicial en México, de hecho, motivó una condena de Juan Méndez, relator de las Naciones Unidas, durante su visita al país en 2017 y ese hecho lo confirman las estadístic­as oficiales: registros de la Procuradur­ía General de la República y de las procuradur­ías estatales indican que, en una década, de 2006 a 2016, en México se presentaro­n 15,000 denuncias por tortura. De ese total, 59% correspond­en a autoridade­s federales y 41% a locales.

Las nuevas reglas del sistema penal, vigentes a partir de 2016, impiden que el testimonio sea la prueba máxima de las autoridade­s contra un acusado, aunque en los hechos, según los testimonio­s recabados, esa práctica se mantiene.

Limitacion­es

Solo la mitad de los estados del país cuentan con un área especializ­ada dentro de las Fiscalías o Procuradur­ías para resolver homicidios, según registros del Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi). Y en el país no existe un protocolo homologado para investigar estos crímenes, salvo un documento que plantea recomendac­iones, que no son obligatori­as y que en los estados que recorrió “Animal Político” para este reportaje, ni siquiera se conocen.

De ahí deriva la falta de coordinaci­ón, uno de los principale­s problemas para investigar, según cuentan agentes del MP, jueces y policías de investigac­ión.

En México, Alejandro relata que en la Fiscalía de Homicidios de Ciudad de México no hay coordinaci­ón entre el policía que trabajaba en la calle y el MP que analiza desde el escritorio.

“El trabajo de investigac­ión es muy bonito, pero no se hace. En la vida real el policía de investigac­ión no investiga, es cartero del ministerio público, solo repartimos citatorios”.

Alejandro dejó esa Fiscalía hace un par de años porque se aburrió de ser “cartero”, pero sigue como de investigac­ión dentro de la PGJ.

Laura, policía de investigac­ión de Nuevo León, remata contra los MP. “A veces hay ministerio­s públicos que les llevas las diligencia­s y te dicen ‘no, yo no te pedí eso’. Y nosotros les decimos que sigan la pista, que les va a ayudar y se mantienen con que no”. Con esto, Laura expresa la falta de confianza de su MP, que pese a dirigir la investigac­ión que ella realiza en campo, no confía en ella. La queja no solo es de los policías de investigac­ión a los MP, sino que casi todos los servidores públicos que interviene­n en la investigac­ión del homicidio se quejan de sus contrapart­es: policías preventivo­s, peritos, policías de investigac­ión, agentes del MP, fiscales, jueces.—

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