La vida en un suspiro
El halterista yucateco Miguel Medina: a 50 años de su debut en unos Juegos Olímpicos
Un mondongo abrió el apetito ayer a un hombre que, cincuenta años atrás, estaba a máxima concentración, a horas de realizar lo que para muchos es la máxima proeza deportiva.
Y como si nada, la vida sigue para él.
Miguel Medina Gutiérrez, hoy con 78 años de edad, rememora detalles de aquella cita: los Juegos Olímpicos de México en 1968.
Allí, sin quererlo, porque él no era pesista, se convirtió en el primer deportista nacido en Yucatán que compite en una Olimpíada. Fue a unos días de la famosa tragedia de Tlaltelolco y México, con todo y sus Juegos, por muchos lados era una convulsión como país. “La verdad es que no le había dado tanta importancia a ese acontecimiento. Y se los digo de verdad”, confiesa en el comedor de su casa en el centro meridano.
Pese tiempo ha pasado, “don Miguel”, el “maestro Miguel”, el “’Güero’ Medina” o como sea que le llamen, sigue siendo, por ese logro, y por haber acudido cuatro años más tarde a los Juegos de Múnich, uno de los íconos del deporte yucateco. Y como si nada. El ritmo de vida que ha llevado le permite estar como está hoy: como un roble. Su estado físico sorprende a muchos porque no parece, ni remotamente, que pueda tener esos 78 años que carga. “Yo sigo siendo como hace cincuenta años. Vivo normal, me cuido, como bien, duermo bien. Si me puedo echar mis cervecitas… dos y listo. O un whiskito, un vodkita. Vivo feliz. Y cada que me recuerdan estos momentos, pues es cuando me emociono”.
Miguel Medina siempre fue un aficionado al trabajo de gimnasio. Ironías de la vida, porque él era fisiculturista, como presume con una foto tamaño póster donde aparece posando en un concurso.
Pero un día, organizan un Campeonato Nacional de Levantamiento de Pesas y, ante la novedad de que eran pocos los pesistas, el profesor Felipe Sánchez Puerto, se metió a los gimnasios a buscar deportistas que pudieran entrar al torneo. Y allí, con 19 años de edad, fue que Miguel Medina se decidió por la halterofilia. Comenzó a tejer una larga tela que no se ha roto. A los 28 años, debutó en México-68, sin suerte, pues fue descalificado.
“Eran otras épocas, y me tocó que me marquen tres faules y ni modo”.
Y en su mente, privilegiada igual que su estado físico, hay una cantidad increíble de recuerdos. Y las sensaciones las muestra.
Hablamos, por ejemplo, de la jornada inaugural. Y dice: “Te sientes chiquitito, pequeñito, ante esa concentración impresionante. El estadio lleno, miles de personas. Pero te insisto, no era algo que, en lo deportivo, pudiera pensar que sea tan importante”.
Recuerda con orgullo, las visitas de la campeona olímpica Soraya Jiménez a su casa, donde “durmió en hamaca casi un mes. Era muy feliz aquí”.
Pero, al paso de las décadas, lo sigue siendo. Al día de hoy, el laureado pesista, entrenador, mentor, sigue aportando sus conocimientos en el desarrollo de los jóvenes, en una disciplina que, desde entonces, no ha dejado de crecer, y que ahora pasa por momentos positivos, de altísimos resultados. Los logros recientes de Josué Medina Andueza (bronce en los Juegos Centroamericanos y del Caribe) y Mauricio Canul Facundo (bronce en los Juegos Olímpicos de la Juventud) le permiten ver que “tenemos mucho más futuro en las pesas”.
Y él mismo se encarga de impartir conocimientos, de mejorar la técnica de otros chicos. “Si volviera a nacer, claro que sería pesista, pero mejor pesista, con tanto adelanto que hay”. ¿Y lo de México-68? “Esa es la historia que ustedes recuerdan. Yo solo fui a competir por Yucatán y por México”.
A lo mucho, se agradece a sí mismo, a su familia y a todos los que han puesto de su parte. Un abrazo y una foto con su esposa, Marisela Valladares Esquivel, muestra el respaldo valioso de su compañera por más de cinco décadas, que le regaló tres hijos, Marisela, Miguel, Reyna y Heyder. Su corazón de guerrero le permite seguir siendo pesista (levanta 40 kilos) y su afanosa forma de vida le lleva a barrer su jardín a diario. Y, claro, comer lo que quiere y beberse sus tragos, todo dentro de lo permitido. “Así se vive”.