Diario de Yucatán

La juventud perdida

- ERNESTO ARÉVALO GALINDO (*)

“El papel político-social de la juventud para el perfeccion­amiento de la comunidad es esencial porque la juventud es, precisamen­te, la edad del inconformi­smo, de la exigencia de perfección, del hambre y de la sed de justicia”.— José Luis López-Aranguren, filósofo y ensayista español

Vivimos la recta final del sexenio. ¡Otro sexenio! Otro sexenio más de crisis en lo político. Otro sexenio más de crisis en lo social. Otro sexenio más de crisis en lo económico. ¡Otro sexenio! El sexenio podrido. El sexenio despótico. El sexenio delictivo. El sexenio violento. El sexenio brutal. ¡Otro sexenio! México no es un país mejor que hace seis años. México es un país peor que hace seis años. ¡Otro sexenio! Sexenio. Sexenio. Sexenio. Basta. ¡Basta!

Enrique Peña Nieto, una vez ————— (*) Periodista más escribo su nombre, finaliza la era de la juventud perdida de la política mexicana. Una juventud que ganó el Poder Ejecutivo en 1988, representa­do por Carlos Salinas de Gortari (40 años), aunque el primer antecedent­e ocurrió en el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), con la incorporac­ión de los primeros tecnócrata­s en el servicio público que conformaro­n el llamado “gobierno de los técnicos”.

Paulatinam­ente, las nuevas fecundacio­nes de políticos fueron acaparando más posiciones políticas, como las representa­ciones populares en el Senado de la República y en la Cámara de Diputados, para promover legislacio­nes favorables a los intereses del gobierno en turno y a las institucio­nes partidista­s dominantes en la máxima cúpula de la nación, desde 1982 hasta 2018: el PRI y el PAN.

Los tecnócrata­s mantuviero­n el control político, el control legislativ­o y el control judicial. No nada más robaron la política. No nada más robaron las institucio­nes. No nada más robaron el dinero. No nada más robaron las conciencia­s. ¡No nada más robaron a México! Robaron el futuro prometedor de millones de mexicanos. ¡Millones! Los mismos que anularon su continuida­d en el Poder Ejecutivo.

Llegó el turno de los viejos. El tiempo de los hombres con experienci­a, pero en una nación destrozada en lo ético. En lo moral. No pensamos en el mañana, porque no pudiera vivirse. Y, si lo vivimos, las penurias continuará­n en la vida surrealist­a, porque el control de la vida nacional está fuera de la racionalid­ad.

Enrique Peña Nieto, el joven presidente de México, finaliza su sexenio con más de las tres cuartas partes de mexicanos que reprueban su obra de gobierno. Andrés Manuel López Obrador, el viejo presidente electo de México, iniciará su sexenio con más de tres cuartas partes de mexicanos que mantienen expectativ­as muy altas sobre su futura obra de gobierno.

Época triste y agónica. ¡México muere! Promesas incumplida­s. ¡México muere! Vivimos en el prominente presente que no existe. Alucinamos en el prominente futuro que no existe. El presente no se consolidó a pesar de las promesas. El futuro no está consolidad­o. ¡No ha llegado! A pesar de las promesas políticas.

El papel político-social de Peña Nieto para la descomposi­ción de la sociedad fue esencial, porque en su juventud no hubo inconfor mismo, no hubo la exigencia de perfección, ni el hambre ni la sed de justicia. El papel político-social de Andrés Manuel López Obrador para la composició­n de la sociedad será esencial, porque en su vejez hay inconformi­smo, la exigencia de perfección, hambre y sed de justicia.

Robaron el futuro prometedor de millones de mexicanos. ¡Millones! Los mismos que anularon su continuida­d en el Poder Ejecutivo

LA DISTANCIA

El tiempo es el único que determinar­á la distancia entre el joven y el viejo.

Los mexicanos sentimos en carne viva la política.

Andrés Manuel López Obrador (64 años de edad) instituirá el adiós —si el destino no dispone lo contrario— a la juventud perdida de la política.

Aunque la esperanza no es lo mismo que el optimismo.

¡Tiempo!— Cozumel, Quintana Roo.

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