El país de las palancas
No se trata de hablar mal de nadie ni de poner en entredicho algunas actitudes de funcionarios, ni de reprochar a quienes se benefician por tener amistad con alguien que esté como titular o en algún puesto de alto nivel en cualquiera de los tres niveles de gobierno.
Se trata de escribir de algo que sucede desde que existen los partidos políticos.
Desde las campañas que realizan quienes pretenden un puesto de elección popular, quienes los acompañan y ayudan tienen la esperanza de ser nombrados en algún lugar donde las percepciones económicas sean “decentes”.
Las decepciones personales empiezan cuando el candidato se vuelve autoridad electa y escoge para su equipo a personas que, a juicio de los decepcionados, “nunca fueron a una gira ni ayudaron en nada mientras yo me partí el alma (utilizan otra palabra del diccionario coloquial). Eso me pasa por (y aquí va otra palabreja)”.
En muchas ocasiones la relación entre el disgustado y el electo termina en enemistad. Hay cientos de ejemplos sobre todo en el interior del Estado.
El nepotismo se niega pero se practica argumentando que no son parientes en línea directa los beneficiados y muchas veces quienes dan trabajo dentro de su ámbito político a algún amigo o pariente, si alguien les hace el