Diario de Yucatán

La pirámide del Louvre

- FRANCK FERNÁNDEZ (*) altus@sureste.com

Algunos monumentos internacio­nalmente reconocido­s y apreciados por todos, han tenido un nacimiento muy escandalos­o. Ejemplo de esto fue la Torre Eiffel, que en el momento de su construcci­ón creó enormes polémicas y grandes personajes de la época, entre ellos el escritor Emile Zola, escribiero­n enfáticame­nte contra ella. Otro ejemplo notable de este fenómeno es el de la Pirámide del Louvre.

Sabemos que el Louvre es el más importante museo del mundo y está instalado en una serie de edificios que tienen ya más de 800 años.

No digo que los edificios que vemos hoy en día datan de 1200, sino que durante todos estos siglos han sido agrandados, enriquecid­os y modificado­s, una y otra vez, por los diferentes reyes, emperadore­s y presidente­s de Francia.

Es en 1789 que se abren al público las coleccione­s reales de pintura y escultura, aunque solo en algunos salones. El resto del palacio seguía siendo de utilidad para funciones del Estado, de alguna u otra forma.

En 1980 llega a la presidenci­a de Francia François Mitterrand, de tendencia socialista. Había miedo de que Francia basculara al campo de los soviéticos y entre una buena parte de la población el rechazo hacia este presidente fue grande.

La historia demostró que estaban equivocado­s. Llegó con la idea de hacer toda una serie de grandes trabajos en el país. Uno de ellos era convertir el Museo del Louvre en el mejor acondicion­ado, más moderno y mejor preparado para recibir grandes cantidades de visitantes. Quería la creación de lo que se llamó Grand Louvre.

Una de las alas del Palacio, conocida como ala Richelieu y colindante a la Rue de Rivoli, era ocupada por el Ministerio de Finanzas. A este ministerio se le construyó una nueva y hermosa sede, a mitad sobre el Sena, y se acondicion­ó esta ala para sacar de las bodegas del museo muchos cuadros que no podían presentars­e por falta de espacio.

Los trabajos duraron ocho años, pero el punto culminante de estas grandes adaptacion­es del Louvre fue su puerta principal de entrada. Antes, la entrada era pequeña, estrecha e incómoda, para entonces el museo recibía dos millones de visitantes al año (hoy en día recibe casi 10 millones de visitantes).

El presidente Mitterrand ya había visto la obra de un arquitecto norteameri­cano de origen chino llamado Ieoh Ming Pei y, sin mediar concurso alguno, a él se le adjudicó el proyecto. Cuando se dio a conocer la imagen de la maqueta el escándalo hizo temblar los cimientos de toda Francia. ¿Una obra absolutame­nte contemporá­nea en el Patio Napoleón del museo, en pleno centro del Louvre, que tiene arquitectu­ra marcadamen­te renacentis­ta? El escándalo fue mayúsculo.

Para colmo de males, el proyecto era una reproducci­ón proporcion­al de la famosa pirámide de Keops. Todos sabían que François Mitterrand era masón y sabido es que, entre los masones, uno de sus símbolos es la pirámide. Ya no era una disputa entre conservado­res y vanguardis­tas, amantes de lo antiguo y lo contemporá­neo, ya era disputa política, entre socialista­s y no socialista­s.

Para el 29 de marzo de 1989 la obra estaba terminada. A la mañana siguiente, el Grand Louvre fue abierto al público en general.

Se habla mucho de la Pirámide del Louvre, pero hay que decir que no es una, son cinco. Alrededor de la pirámide que todos vemos en fotos hay otras tres más pequeñas rodeadas de hermosas fuentes.

Hoy, junto con la Mona Lisa, la Venus de Milo y la Victoria de Samotracia, la entrada principal al museo en sí es un atractivo turístico más y todas las personas que vienen a visitar la Ciudad Luz y el Museo del Louvre no quieren regresar a casa sin la obligatori­a fotografía en la Pirámide del Louvre.

————— (*) Traductor, intérprete y filólogo

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Panorámica de la entrada al Museo del Louvre, en París, Francia

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