Diario de Yucatán

Las manchas en nuestro leopardo

- ANTONIO SALGADO BORGE (*) asalgadobo­rge@gmail.com Antonio Salgado Borge @asalgadobo­rge

Con el tiempo suficiente, lo habitual puede terminar por confundirs­e con lo normal. Con un poco más de tiempo, lo normal puede ser sinónimo de lo aceptable. Hace 30 años, el justificad­o terror infundido por el puño de hierro de la presidenci­a imperial priista, replicado por una larga serie de cacicazgos locales dentro y fuera del gobierno, aseguraban que pocas personas se animaran a expresar públicamen­te sus críticas al gobierno, y que los espacios públicos estuvieran prácticame­nte libres de actividade­s de la sociedad civil organizada. Eso era lo “normal” y, para muchas personas, también lo “aceptable”.

Quienes hemos crecido o vivido en Yucatán al menos durante los últimos años hemos sido testigos de la apertura del puño de la mano de hierro y de la pérdida de control total del gobierno sobre la sociedad. Si bien la situación dista mucho de ser la ideal, es evidente que las condicione­s para la libertad de expresión o la participac­ión en acciones de la sociedad civil organizada son hoy incomparab­lemente superiores a las que había hace 30 años. Es decir, en el Yucatán contemporá­neo la crítica o la asociación de individuos para defender causas democrátic­as es mucho más “normal” que hace 30 años, y los puños de hierro son ya incosteabl­es por inaceptabl­es.

Esta semana falleció en Mérida uno de los individuos que a finales de los 80 decidieron rebelarse en Yucatán contra lo que para muchas personas era “aceptable” por “normal”. Guillermo Vela Román fue uno de los fundadores del Frente Cívico Familiar (FCF), una organizaci­ón prodemocrá­tica integrada por “personas interesada­s en participar de modo más directo en la vida cívica del país, dando a conocer su postura en las decisiones que atañen a la ciudadanía en la defensa de los derechos y valores humanos”. A través de su trabajo en el FCF, Vela Román presionó y confrontó a los gobernante­s en turno cuando hacerlo implicaba aislamient­o y un riesgo físico, y logró poner en el reflector, con la ayuda de la prensa independie­nte, aberracion­es antidemocr­áticas que de otra forma probableme­nte hubieran permanecid­o ocultas.

Este artículo no estará dedicado a subrayar las cualidades personales del fundador del FCF; yo no traté nunca a Guillermo Vela ni me considero amigo de su familia. Tampoco repasaré aquí los aciertos o los errores de la trayectori­a de un activista ————— (*) Candidato a doctor en Filosofía (Universida­d de Edimburgo). Maestro en Filosofía (Universida­d de Edimburgo) y maestro en Estudios Humanístic­os (ITESM) que, como todo ser humano, tuvo una dosis de ambos en su caminar como dirigente. La atención de este texto estará centrada exclusivam­ente en la relevancia de la acción política de Guillermo Vela y en su impacto en el Yucatán contemporá­neo. No hace falta coincidir con todas las posiciones del Frente Cívico o de su cofundador para reconocer, por ejemplo, el rol jugado por Vela Román a través de esta organizaci­ón en la alternanci­a democrátic­a de 2001 ó en el justificad­o repudio social hacia el gobierno de la impresenta­ble Ivonne Ortega. Tampoco es necesario respaldar todas y cada una de las decisiones de Guillermo Vela para apreciar que su contribuci­ón en la construcci­ón de capital social positivo en nuestro estado es incuestion­able.

El capital social positivo es aquel que promueve cultura democrátic­a; es decir, valores relacionad­os con la libertad, la igualdad y la justicia. En su libro “Remolino”, el doctor Sergio Aguayo menciona que el capital social positivo abarca “organizaci­ones de defensa de derechos humanos, medios de comunicaci­ón, cámaras empresaria­les, clubes deportivos —entre otros—”. Para el doctor Aguayo, el capital social positivo es como la piel de un leopardo: “Los manchones negros son islotes de cultura democrátic­a y el fondo amarillent­o es la cultura autoritari­a” (“Aguayo”, 2014 posición 1902). La definición de capital social positivo, vale la pena subrayar, no reconoce entre izquierdas y derechas democrátic­as ni entre filias o fobias partidista­s.

Con base en lo anterior, es evidente que el FCF, junto con el invaluable Equipo Indignació­n son dos de los primeros manchones democrátic­os en la piel de nuestro leopardo. La presencia de estas organizaci­ones ha sido importante para abrir paso a la pluralidad de “manchones” que hoy podemos apreciar claramente. Es decir, para allanar el terreno sobre el que personas y asociacion­es organizan constantem­ente eventos, foros o mítines donde se discuten de manera libre temas sociales, políticos, culturales o económicos.

La lucha democrátic­a de Guillermo Vela representa un gran aporte en los esfuerzos que han llevado a que en Yucatán exista hoy una relación entre gobierno y sociedad muy distinta a la que existe, por ejemplo, en nuestros vecinos estados. Y es que nuestro estado se ha convertido en una de las entidades con mayor capital positivo en México. Esta situación, que en ocasiones puede ser olvidada, es de la mayor relevancia para nuestra calidad de vida. De acuerdo con el doctor Aguayo, “quienes gobiernan en entidades con mayor capital social positivo tienden a tomar más en cuenta a la ciudadanía”.

Honrar la memoria de Guillermo Vela como luchador social, poniendo entre paréntesis diferencia­s ideológica­s o prácticas, abre, en primer lugar, una puerta que permite mirarnos en el espejo del mundo en que surgieron estos esfuerzos y para apreciar las diferencia­s entre el entonces y el ahora, y las causas de estas diferencia­s. Conocer la historia y entender las diferencia­s entre 1988 y 2018 es indispensa­ble para entender que el presente depende del pasado y que el futuro se construye en el presente.

En contraste con 1988, en 2018 los manchones democrátic­os de nuestro leopardo son numerosos y continúan multiplicá­ndose. Son parte del capital social positivo actual las actividade­s realizadas por personas genuinamen­te interesada­s en discutir asuntos de interés público, en promover la cultura, en exhibir actos de corrupción, en generar pensamient­o crítico o en defender derechos humanos como causas mayas, ecologista­s, feministas, LGBTI+ o ambientali­stas.

Sin embargo, la presencia de muchos manchones no debería hacernos perder de vista que el fondo de la piel de nuestro leopardo sigue siendo predominan­temente amarillo; es decir, del color de la cultura autoritari­a. Además, tal como expresara Sergio Aguayo, el capital social positivo suele ser bloqueado por élites que promueven el antiintele­ctualismo y buscan disuadir la organizaci­ón ciudadana con el fin de proteger sus intereses y preservar el “statu quo” (Diario de Yucatán, 01/07/2014).

Estas élites, tal como los casos de Donald Trump y Jair Bolsonaro muestran con claridad, están lanzando en otras partes del mundo una nueva cruzada antidemocr­ática y sus conviccion­es son replicadas por un puñado de individuos y organizaci­ones en Yucatán.

El fallecimie­nto de un constructo­r de capital social positivo tendría que subrayar que lo que une a organizaci­ones y personas en un solo tejido no son las causas específica­s, sino la promoción de la cultura democrátic­a. Por ende, la desaparici­ón de uno de los individuos decanos de esta promoción tendría que ser vista como una pérdida para todas las organizaci­ones y personas que, con distintos enfoques y desde distintas trincheras, defienden la igualdad, la libertad o la justicia

Pero la memoria del productor de capital social positivo también es necesaria para magnificar la idea de que aún queda muchísimo por hacer; de que el presente demanda la acción de individuos con la disposició­n y con la tenacidad de contribuir en la arena pública más allá de los esfuerzos que se puedan realizar dentro de ámbitos privados. Y de que no entregar parte de las fuerzas propias a la defensa de lo logrado y a la construcci­ón de otro mundo posible conlleva ya una toma de posición implícita; la traición a los esfuerzos de quienes nos han permitido gozar de una nueva normalidad democrátic­a que hoy pensamos inmutable.

A Guillermo Vela hay que despedirlo con los honores que su lucha y esfuerzo merecen. Se ha ido un hombre que entregó parte de sí al bien común y enfrentó a algunas de las principale­s amenazas de su tiempo. En este sentido, el cofundador del Frente Cívico no dejó cuentas pendientes. A quienes seguimos en este mundo nos toca ahora enfrentar a la cultura autoritari­a y al capital social negativo de nuestro tiempo.— Edimburgo, Reino Unido.

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