Homilía Dominical
EL QUE QUIERA SER EL PRIMERO, QUE SEA EL SERVIDOR DE TODOS
Jesús acababa de manifestar de nuevo a sus discípulos la suerte que le esperaba en Jerusalén, en donde sería entregado a los sacerdotes y a los escribas. Les anunció claramente que debía padecer y morir, y resucitar al tercer día. Pero sus discípulos no comprendieron nada. Jesús camina delante de ellos, sube consciente a Jerusalén, y los discípulos le van siguiendo llenos de miedo y ocupados en pensamientos muy distintos de los que tiene el Maestro. Los apóstoles Santiago y Juan se adelantaron y, acercándose a Jesús, le hicieron una petición ambiciosa: quieren ocupar los dos mejores puestos en el reino futuro.
Sin embargo, Jesús no reprende propiamente sus aspiraciones, sino que traten de alcanzarlas sin comprender que el único camino que conduce a la gloria pasa por la cruz. El que desee triunfar con Cristo deberá padecer con Cristo. Y, esto es lo que ahora debería preocuparles.
Comprensiblemente, la ambición de los hijos del Zebedeo provocó el coraje de sus compañeros. Y Jesús, dejando a un lado el asunto de rangos y precedencias en el reino futuro, aprovechó la ocasión para enseñar a los discípulos cómo deben comportarse ahora en el seno de la comunidad. El Hijo del hombre ha venido a desempeñar en el mundo el papel de servidor y el acto supremo de su servicio será la entrega de su vida.
Así pues, seguir a Jesús significa hacer un viaje hacia la donación total, es el “via crucis” en el sentido pleno de la expresión. Y, ante este mesianismo de donación y no de imperio, ante este camino del “servir” y no de “ser servido”, estalla la reacción de Santiago y de Juan, discípulos todavía envueltos en los ríos de las ilusiones políticas y de una vaga religiosidad triunfalista. A su concepción anclada en un mesianismo de reivindicaciones del poder, Jesús opone su mesianismo de la inmolación y de la donación total.
Entonces Jesús expone dos cuadros antitéticos: en el primero están los poderosos de la tierra que dominan, abusan, explotan, de modo que los destinatarios del evangelio según san Marcos veían espontáneamente perfilarse ante sus ojos el rostro cruel y déspota de Nerón; en la otra escena, aparece la comunidad de los discípulos como Jesús la quería, el que desempeña una función de responsabilidades, se inclina y se dedica a servir como Cristo. Las ambiciones se apagan y triunfa la ley de la donación alegre y generosa.