Diario de Yucatán

Proceso ineficient­e

La búsqueda de familiares, difícil por la burocracia

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GUADALAJAR­A (EFE).— Incertidum­bre, burocracia, espera y mucho dolor viven cientos de familias que acuden al Servicio Médico Forense (Semefo) de Jalisco con la esperanza de encontrar a sus seres queridos desapareci­dos entre los 322 cuerpos hallados en contenedor­es frigorífic­os abandonado­s.

Desde el pasado 21 de septiembre, días después de que se conociera la existencia de los tráileres, cientos de personas llegan al Semefo, donde son recibidas por el fuerte olor a descomposi­ción.

El proceso de identifica­ción de los cuerpos no ha sido lo suficiente­mente eficiente; las familias deben realizar inacabable­s trámites y visitas a otras dependenci­as que complican aun más la recuperaci­ón de los restos de sus seres queridos.

Carlos Ezequiel fue secuestrad­o en junio de 2016 cuando salía de su trabajo en el poblado de Ixtlahuacá­n junto con su amigo Osvaldo, y desde entonces no se supo más de ellos. La familia interpuso una denuncia ante la fiscalía y acudió al Semefo, donde tomaron muestras de ADN de los padres, relata su hermana Paula Flores.

Durante dos años acudieron decenas de veces a varias dependenci­as para saber si el joven estaba entre los cuerpos que llegaban cada día a la morgue. En todas las ocasiones los funcionari­os negaron que hubiera registro de algún cadáver con sus caracterís­ticas.

Tras el hallazgo de los contenedor­es, Osvaldo fue identifica­do por sus familiares, que también observaron fotografía­s en las que lograron ubicar a Carlos por los tatuajes que se había hecho años atrás.

Cuando Paula y sus padres volvieron al Semefo el 4 de octubre para reconocer a su familiar les dijeron que el cadáver había estado en la morgue desde abril de 2017 y fue inhumado casi de inmediato, pero sin tener certeza de dónde.

“No saben dónde está”

“Ni siquiera saben dónde está el cuerpo de mi hermano. Supuestame­nte está enterrado en un panteón de Tonalá, pero no saben exactament­e si es ahí porque el perito nos dijo que si no tenían la muestra de ADN no podían inhumar el cuerpo; entonces debería estar en el Semefo”, explica.

Ni en la fiscalía ni en el forense encuentran la carpeta de investigac­ión que inició en 2016 y los funcionari­os

insisten en endosarles una fechada en enero de 2018.

El 16 de octubre los peritos les anunciaron que deberán realizar una nueva toma de muestra genética, cuyos resultados tardarán al menos un mes, pues las que dejaron los padres dos años antes no fueron procesadas, y las que

tomaron al cuerpo de Carlos “no fueron suficiente­s”.

“Es injusto, es inhumano que hagan este tipo de cosas, es doloroso. ¿Cómo le vamos a explicar a sus hijos que todavía no les vamos a llevar a su papá?”, señaló la joven al borde del llanto.

La señora Leticia, que prefiere no dar sus apellidos para evitar represalia­s a su familia, narra que tuvo que esperar casi un año y medio para recuperar los restos de su hijo, secuestrad­o a mediados de 2017 y en la morgue desde hace 15 meses.

Tras ir y venir durante meses entre denuncias y tomas de sangre, el 9 de octubre fue notificada de que el joven estaba bajo el resguardo del Semefo y tres días después le entregaron una caja con dientes como único vestigio de su hijo, quien había sido disuelto en ácido.

“Veníamos a preguntar y nunca nos decían que tuvieran alguna respuesta (...) no daban resultados. Son muchas las cosas que no están haciendo bien y no se ponen a pensar un poquito en el dolor que le han causado a uno”, recalca.

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Una mujer pide informes de sus familiares en el Semefo de Jalisco. Las familias padecen por la burocracia para encontrar a sus seres queridos

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