¿Podemos confiar en ustedes?
Los filtros de contratación ya no pueden obviar la necesidad de capacitación en perspectiva de género para todas las personas, desde quienes están en los departamentos de recursos humanos hasta quienes tienen el poder del micrófono y la pluma.
Hace unas semanas, el medio The Athletic fue plataforma de la denuncia de dos futbolistas de la National Women's Super League (NWSL) contra el técnico Paul Riley por ejercer coerción sexual y por emitir comentarios violentos sobre el cuerpo de las jugadoras y su orientación sexual, acciones que se prolongaron durante más de una década y en buena parte de ese tiempo ocurrieron con la complicidad de las autoridades que, pese a haber sido advertidas, ignoraron el reclamo que las futbolistas hicieron seis años antes. Mientras Riley continuó dirigiendo.
Así como ocurrió en el caso de los abusos sexuales cometidos por Larry Nassar contra más de un centenar de gimnastas en la federación de Estados Unidos y la investigación del Indianapolis Star que destapó las omisiones en varios niveles y animó a otras deportistas a denunciar, The
Athletic fue respaldo para las jugadoras por el alcance de su publicación y sobre todo, por la perspectiva de género para abordar el caso. El periodismo, que no producto, al servicio del bien común.
A esa denuncia le siguió la carta firmada por 24 futbolistas de la Selección de Venezuela, en donde acusan al extécnico Kenneth Zseremeta por estupro, abuso psicológico, físico y sexual, actos ocurridos entre 2013 y 2017. Deyna Castellanos, destacada jugadora venezolana, redactó, en un texto público en sus redes sociales, que leer los testimonios de las futbolistas de la NWSL la hizo darse cuenta “de que los entrenadores que utilizan su poder para manipularnos son más comunes de lo que muchas veces queremos admitir”.
La noticia de las protestas en el futbol estadounidense fue cubierta por medios mexicanos, algunos de ellos lo titularon escándalo sexual, un juego de palabras que igual es utilizado en temas de farándula orientados al sensacionalismo, espacios cuya cobertura al deporte femenil se limita a notas informativas de un par de párrafos y en donde difícilmente hallaremos otros géneros periodísticos. Sobre esto último, Somos Versus presentará próximamente los resultados de un extenso ejercicio de observación.
Desde México leemos con desprecio y coraje los testimonios de atletas de distintas disciplinas contra los abusadores y las estructuras deportivas, compuestas por hombres y mujeres, que perpetúan los abusos pese a la existencia de protocolos de atención, se desentienden y solapan, el pacto patriarcal. Preocupa la cantidad de experiencias en espacios deportivos que seguramente permanecen en silencio hasta hoy por el machismo y entonces por la falta de protocolos, por el temor al juicio social, por desconfianza en las autoridades, por la impunidad.
Sin intención de generalizar a los medios estadounidenses bajo un concepto de conciencia social absoluta, porque todavía son contadas las excepciones, ¿las deportistas mexicanas podrían confiar en algún medio de comunicación para hacer una denuncia?, ¿podrían confiar en el adecuado tratamiento de la información que no las revictimice ni las utilice para atraer clics?
Mientras reflexionamos al respecto, un narrador, Diego Armando Medina, usa su micrófono de manera irresponsable en un partido de la Liga MX Femenil para calificar como “cancha reglamentaria” a una jugadora que acaba de cumplir 18 años. Un comentario que es imperdonable reducir al humor porque es ahí, en esa justificación eterna y en los espacios determinados por la mirada masculina, donde las mujeres somos deshumanizadas y reducidas a objetos a disposición de los hombres.
Los medios de comunicación no han avanzado al ritmo del incremento de la participación de las mujeres en los deportes, se han quedado cortos en la representación, y algunos todavía suman al menoscabo de la dignidad. El deporte como entretenimiento entrega demasiado a los medios, es hora de que asuman su retribución a la sociedad.