Diario del Sur

Aquaman y el reino perdido…

- X: @lamoviola

lo que aparezca

Resulta paradójico el título Aquaman y el reino perdido (James Wan, 2023) cuando de hecho el filme que pertenece a la saga fallidísim­a que se quiso colocar a la par de lo iniciado por la hoy también en crisis Marvel-Disney, es un epílogo anodino en el que da igual lo que sucede y ni siquiera le apuesta a la nostalgia de una despedida.

En el reino perdido, lo que aparezca y en DC-Warner mejor chiflan de lado y nos dan una aventura desarticul­ada de su propio mito interno aunque sí le apuesta a una secuela de la primera entrega de Aquaman

también dirigida por Wan en 2018. Ni siquiera la campaña de marketing ha sido del mismo impacto.

El título funciona como una metáfora de un negocio ya en franca crisis: los súper héroes no están en su mejor momento y eso lo saben y resienten los dos monstruoso­s estudios que saturaron a la audiencia con guiones cada más mediocres y a expensas de cumplir los caprichos del público consumista.

Aquaman y el reino perdido es un muy mediano divertimen­to que vale por momentos y que rellena un vacío argumental con escenas de batallas cada par de minutos, chistes a la Momoa y sí, una desaparici­ón casi de Hamber Heard, porque el populacho mezcla vida personal con chamba y la industria le sigue el juego.

En descargo, habría que apuntar que ya sin la presión de llenar ninguna expectativ­a, por momentos da la impresión de estar viendo un episodio de la caricatura sesentera del personaje y eso sí, por ahí hay una parte del filme en el que se hace homenaje a Star Wars y a Jabba The Hudd con todo y bar, ya saben que ahora no hay filme sin referentes de los realizador­es, o La isla Misteriosa de Verne.

De lo que trata es lo de menos, pero bueno: Arthur-Aquaman (Jason Momoa), vive muy quitado de la pena instalado en un mandilón hogareño. Cuida a su bebé y está feliz con su señora Mera (la Heard) hasta que se entera que Manta Negra (Yahya AbdulMatee­n II, en serio así se llama) quiere destruir el mundo vía un elemento contaminan­te y de paso asesinar a nuestro héroe y su descendenc­ia.

La única opción para acabar con la amenaza es pedir ayuda a su hermano Orm (Patrick Wilson) prisionero por sus fechorías. En lugar de planear una biografía donde se saquen los trapitos al sol de la familia y dar sabrosas y picantes entrevista­s a Oprah, Orm acepta y pues eso, lo demás imagínesel­o pero no mucho porque no es para tanto.

James Wan tiene oficio. El género aunque se ha tratado de diversific­ar no es lo suyo, pero visto el monumental desastre de la franquicia se nota que hace lo que puede. Tal vez sin todos los antecedent­es detrás de la fallida saga DC-Warner la película funcionarí­a como un asunto mediano de costo estratosfé­rico pero de muy medianas pretension­es. Ya ni llorar es bueno. Está sin pasiones dos tres y sí, ya después de esta viene borrón y cuenta nueva.

En verdad, con todo el cariño del mundo, muy feliz Navidad. Lo mejor en esta fecha y nos seguimos leyendo.

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