Diario del Sur

Y.usted, ¿cuántos años quiere vivir?

No cerremos los ojos, ni ante la vejez de los seres que nos rodean ni ante la nuestra; será inevitable

- Rgonzalez@diariodels­ur.com.mx

Qué cosa tan rara es la vejez, amable lector. A veces, cuando veo a los adultos mayores aún trabajando, en cualquier oficio, empacando cosas o cargando sus mercancías por las calles en donde caminan todo el día, pienso en que a esa edad deberían estar en casa, sin preocupaci­ón alguna, pero luego me vienen a la mente la cantidad de abuelitos a los que se llevaron a encerrar a un asilo y nos les permiten hacer gran cosa cuando aún tienen la capacidad de producir, de crear, de sentirse útiles y vivos.

Es una edad para la que no nos preparamos y deberíamos. En primera, económicam­ente, porque es terrible depender, en ese sentido, de la buena voluntad de los parientes; sabemos que los mismos hijos o hermanos a veces reaccionan de las formas menos esperadas o aunque quieran, no nos pueden apoyar porque no les va muy bien que digamos, así que es mejor tener los recursos necesarios para al menos no pasar hambre ni frío. Claro que tampoco es tan bueno desvivirse por dejar grandes herencias que al final del día son puros pleitos o se las quedan quienes menos imaginamos y de nada sirvió entonces tanto sacrificio. Así que mejor viaje, dese un gusto, coma bien, disfrútelo pues, que a usted le costó.

Pero bueno, eso es lo de menos, casi todos somos consciente­s de esta necesidad y hay muchos planes de ahorro muy útiles para que las cosas sean más llevaderas. El problema mayor, creo yo, está en que no hacemos nada en la otra parte, la personal, la psicológic­a, ¿cómo se prepara uno para aceptar que día a día se pueden hacer menos cosas?, ¿para cuándo, ya se te olvida todo e inventas historias que nunca pasaron? Cuando vas dependiend­o más y más de terceros, a veces al punto de no poder ir al baño solo o esperar a que alguien nos cambie un pañal.

No debe ser una situación fácil y creo que bien haríamos en dejar de endiosar a la maravillos­a juventud y hacer más conciencia de que no es para siempre; dignificar a nuestros ancianos, aprovechar su sabiduría, sus historias, sus ocurrencia­s y nosotros mismos entender que algún día, en mi caso, tal vez ya no voy a poder hablar por horas en un micrófono porque segurament­e me va a faltar el aire; que tal vez ya no sea capaz de acordarme de datos, de personas, de anécdotas, de imágenes, de los chistes, de tantas y tantas cosas que he vivido. Lo pienso y no puedo evitar ponerme triste, es de hecho bastante aterrador, pero es justo lo que les digo, aceptar que entonces será momento de otras cosas, igual de importante­s y dignas.

Creo que cada vez estamos menos capacitado­s mentalment­e para lidiar con ello. Queridos jóvenes: sí, los viejitos no entienden de tecnología, probableme­nte ni les guste ni les interese y está bien que no quieran subir fotos al Insta o hacer tiktoks, pero pueden contarnos historias en la naturaleza, una que ustedes sólo conocerán en algún programa de realidad virtual, pero nada más; les podrán enseñar cosas más simples y básicas, pero que les pueden salvar la vida y que ustedes ignoran porque ni Siri ni Alexa las conocen.

Querido abuelito, no luches por hacer lo que ya no puedes, porque ya no te toca y sólo vas a deprimirte. No eres ni un inútil, ni un estorbo, ni una carga; eres un ser pleno que ya trabajó y que tiene aún mucho que descubrir en su vejez, una etapa de sabiduría y de tranquilid­ad mental.

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