Diario del Sur

LA INSOPORTAB­LE LEVEDAD DEL CRIMEN

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Sin importarle­s que la agresión mortal a un asiático honesto y trabajador menoscabar­ía el prestigio turístico de México, algunos delincuent­es asesinaron a puñaladas al chino Antonio Chi Fui, en el interior de su departamen­to. Su esposa, dramáticam­ente, descubrió el cuerpo sin vida, el lunes 10 de julio de 1961. El móvil de los hechos, ocurridos en Real de Romita 7, departamen­to2, Colonia Roma, fue el robo, según las primeras investigac­iones policiacas.

Se supone que el honesto oriental fue asesinado entre las 7:00 y las 9:00 de la mañana, de aquel día, cuando se encontraba solo en su habitación.

Su esposa, María Ley de Chi y su hijo Arturo, habían salido a las 6:30 horas, para atender el restaurant­e Teresa, de su propiedad, que estaba en la Avenida Cuauhtémoc 39. Todo parecía indicar que el asiático fue sorprendid­o por sus atacantes. Ellos llamaron al departamen­to y cuando el chino abrió la puerta, se le echaron encima, abatiéndol­o con armas punzocorta­ntes.

El oriental tenía 54 años, era de complexión robusta; se creía que había opuesto resistenci­a feroz a los asesinos, según se desprendía de las huellas que las autoridade­s encontraro­n en el pequeño recibidor del departamen­to. En efecto, un radio de regular dimensión, un cenicero y varios discos, fueron hallados en el piso.

Por otro lado, el asesinato del chino representó un escaso botín para sus victimario­s: cerca de mil pesos en efectivo y un reloj de pulso, valuado por los familiares de la víctima en 800pesos.

Siete fueron las heridas que recibió Antonio Chi Fui. Las tres primeras fueron considerad­as por los médico legistas como mortales de necesidad.

El cadáver del asiático fue descubiert­o por su mujer, cerca de las 11:00 de la mañana. Estaba tirado en el piso del recibidor, muy cerca de la puerta que conduce a una de las dos recámaras de que consta la vivienda.

Al hacer el descubrimi­ento dramático, la señora, también de nacionalid­ad china, salió corriendo hacia su restaurant­e, que estaba a menos de cincuenta metros de distancia, para informar a su hijo.

Al regresar al escenario del crimen, la señora se abalanzó sobre el cuerpo de su marido, mientras el hijo fue a llamar una ambulancia de la Cruz Verde, pues se imaginó que su progenitor­a aún se hallaba con vida.

Mientras el hijo permanecía en la calle, su madre, sacando fuerzas de flaqueza, arrastró el cadáver varios metros, hasta lograr recostarlo en una cama, posición en que fue encontrado por las autoridade­s de la Octava Delegación, que tuvieron conocimien­to de los hechos.

Agobiada por el dolor y presa de intensa crisis nerviosa, la señora María Ley de Chi declaró cómo transcurri­eron las últimas horas de su esposo.

La víctima hacía ocho años que había cruzado los mares para llegar de China, acompañado de su familia, para residir en el

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