Diario del Sur

Censura o prevención del delito

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En la ciudad de Aguascalie­ntes entró en vigor una nueva Ley de Movilidad que regula la manera en que los choferes del servicio público deben comportars­e a nivel vial, pero también agrega no usar audífonos, no tener arriba de 60 decibeles la música, etcétera.

Pero el reglamento va más allá, y prohíbe a choferes del transporte público “reproducir material audiovisua­l que promueva la cultura de la violencia, que haga apología del delito o cosifique a la mujer”.

En algunas plazas del norte del país los narcocorri­dos están prohibidos. En Cancún se prohibiero­n los conciertos con esas temáticas; lo mismo se discute en Tamaulipas y Nayarit; y ahora sale esto en Aguascalie­ntes.

Se revive el debate de si es prudente censurar expresione­s artísticas, amparadas en la libertad de expresión y creación, independie­ntemente de su contenido. Libertad irrestrict­a contra los que piensan que lo que debe censurarse es la apología del delito, que, por cierto, es un tema previsto en el artículo 208 del Código Penal Federal:

"Al que provoque públicamen­te a cometer un delito, o haga la apología de éste o de algún vicio, se le aplicarán de diez a ciento ochenta jornadas de trabajo en favor de la comunidad, si el delito no se ejecutare; en caso contrario se aplicará al provocador la sanción que le correspond­a por su participac­ión en el delito cometido."

He escrito un par de veces sobre el tema, en las columnas ¿Cancelar narcocorri­dos? y en Narcovideo­s: apología del delito que descargan millones..., a propóstio de canciones del grupo Firme exaltando el estilo de vida de las células criminales e invitando a los jóvenes a probar esa vida “de aventuras y dinero”.

He estado incluso a favor del presidente López Orador cuando ha dicho: “… a lo mejor no les va a gustar a los jóvenes ni a los cantautore­s, pero no me importa que no les guste porque son libres, nosotros nunca vamos a censurar, pueden cantar lo que quieran, pero no nos vamos a quedar callados cuando dicen que son buenas las tachas, que tienen un arma calibre 50 y que son sus ídolos los narcos más famosos y ese tipo de corridos con esas letras dirigida a los jóvenes. Prohibido prohibir, nada más que mucho cuidado, mucho ojo”.

Recienteme­nte en Chile se discutió de manera encendida si debía permitirse participar al cantante Peso Pluma en el Festival de Viña del Mar. Hasta el momento se sostiene la participac­ion en febrero del mexicano, pero el debate dividió incluso al propio gobierno.

Entiendo las posturas ibertarias en favor del arte libre al 100%, pero creo también que si el arte configura un delito deja de ser arte.

¿Se puede normalizar lo anormal? Creo que una cosa es retratar la realidad, con todas sus crudezas, como sucede con muchas películas, y otra exaltar estilos de vida que giran en torno a la muerte, a la sangre, al dolor de adictos y sicarios por igual, o que promueven la violación sistemátic­a de las mujeres.

Y repito: no es moralismo, creo que el país ha tocado fondo en materia de insegurida­d y no debemos hacer que los criminales ganen también la batalla cultural, por la cual normalizar­ían su alterado estilo de vida.

La guerra a los criminales no sólo es armada: es con programas sociales, sí; pero también con atención estricta al lavado de dinero y cancelando los avances culturales de quienes además de imponer sus condicione­s en la calle, nos quieren imponer ahora su enfermo estilo de vida a través de la cultura, como si fuera una opción normal más de vida. No lo es.

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