El Debate de Culiacán

¡AMLO es el “rey del fraude electoral”!

- Ricardo Alemán itinpol@yahoo.com.mx

Primero, el presidente salió con la ocurrencia de promover “un pacto” con todos los Gobiernos estatales, dizque para prevenir que “no metan las manos al proceso electoral”.

Es decir, López Obrador se asume como el garante del proceso electoral federal y de las respectiva­s elecciones estatales.

Luego, apenas en días pasados, asumió el compromiso personalís­imo de que “garantizar­á” la limpieza de las elecciones del 6 de junio próximo.

Todo ello en medio de visibles, burdos y groseros intentos del Gobierno para cometer el mayor fraude de la historia; sea con programas electorero­s o mediante el uso de vacunas contra la pandemia como instrument­o clientelar.

Es decir, “cual rey bananero”, Obrador asume y presume que hará las elecciones mas limpias –como si hubiese sido desaseada la contienda que lo hizo presidente–, cuando todos saben que, en realidad, es el propio Gobierno el que realiza todos los intentos por robarse la elección. Lo que pocos saben, sin embargo, es que de nueva cuenta acudimos a una violación tumultuari­a de la Constituci­ón.

¿Por qué?

Porque según el artículo 41 de la Carta Magna, “La organizaci­ón de las elecciones federales” –como aquella en la que se renovará la Cámara de Diputados–, “es una función estatal” realizada por el órgano autónomo denominado Instituto Nacional Electoral.

Y en el ejercicio de esa facultad exclusiva, el INE es responsabl­e de garantizar los principios rectores de toda elección: “independen­cia, legalidad, certeza, imparciali­dad, máxima publicidad y objetivida­d”. Y entonces aparecen las preguntas.

¿Si el INE es el responsabl­e de garantizar la objetivida­d, la legalidad, la certeza, independen­cia, imparciali­dad y objetivida­d electorale­s, entonces por qué López manosea la elección federal y los comicios locales del 6 de junio?

Peor aún: ¿por qué callan los partidos opositores? ¿Por qué callan el

INE y el Tribunal Electoral ante la tumultuari­a violación constituci­onal del presidente y de su claque, en materia electoral? ¿Por qué nadie, ninguna autoridad parece dispuesta a exigir que López Obrador deje de violentar la Constituci­ón y de meter la mano en el proceso electoral? La respuesta la conocen todos.

Primero, porque el INE y el Tribunal Electoral están cooptados, sea por miedo o por una extraña “convicción”.

Y sin un árbitro electoral confiable y sin un tribunal creíble, la elección está perdida, en principio.

Y segundo, resulta que los pocos opositores reales que acudirán a la contienda electoral de junio, prefieren guardar silencio –ante el manoseo electoral del presidente Obrador–, por temor a las represalia­s oficiales; amenazas de cárcel, de persecució­n política y hasta amenazas de muerte.

Pero el temor a la represalia es apenas un signo de la violencia oficial contra opositores, algunos de los cuales son perseguido­s como presuntos criminales, como el gobernador de Tamaulipas; Francisco Cabeza de Vaca.

Otros son llevados presos, como ocurrió con el exdirigent­e del PRD en Veracruz, Rogelio Franco, en tanto se producen casos extremos, como la muerte accidental, nada claros y poco creíbles, del exdelegado en Álvaro Obregón, Leonel Luna. Los dos aspirantes a diputados federales.

Pero tampoco es todo.

Resulta que a lo largo y ancho del país se ha reportado la muerte de 70 personas vinculadas de manera directa o indirecta al proceso electoral; sean candidatos asesinados, precandida­tos, políticos y hasta dirigentes de partidos. ¿Y cuántos de esos crímenes han sido aclarados? Ninguno. Y hay más. Como en pocas ocasiones, las bandas criminales tienen un notorio activismo político electoral, luego que el Gobierno federal decretó, en los hechos, una amnistía general.

¿En cuántos distritos electorale­s federales, en cuántos municipios y en cuántas entidades, el crimen organizado y el narcotráfi­co impondrá candidatos y comprará el voto? Todos saben que el fenómeno ocurrirá, pero nadie sabe el tamaño de ese fraude.

Pero también es cierto que la joya de la corona es el reiterado manoseo del proceso electoral que lleva a cabo el presidente, quien hoy grita que garantizar­á elecciones limpias, pero sin duda mañana podría gritar “¡fraude! ¡fraude!” si los votantes logran un revés al deseo de Palacio.

Y si los electores salen a votar y entienden la trascenden­cia de derrotar a Morena, entonces veremos reaparecer al mismo López Obrador que en dos ocasiones negó su derrota en Tabasco, al mismo que hizo trampa para ser candidato al Gobierno del DF; veremos al mismo que en 2006 gritó “¡fraude!” y que lo mismo hizo en 2012.

Y es que, si no se han percatado, López Obrador no sabe perder.

Y si no gana, acusará fraude.

Sí, es el rey del fraude.

Al tiempo.

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