El Debate de Culiacán

Un policía en apuros y con mucho miedo

- Rosario Oropeza

Recién inicia la primavera y, con ella, el recuerdo de: “amo el canto del cenzontle/ pájaro de cuatrocien­tas voces/ amo el color del jade y el enervante perfume de las flores/ pero amo más a mi amigo: el hombre”.

En la década de los setenta cumplíamos la misión reporteril en la sección policiaca, a los responsabl­es de la seguridad en los municipios se les nombraba Inspector General de Policía, después jefe y ahora secretario. Han cambiado las cosas.

El inspector en turno de Culiacán era el ahomense Jaime Cota Félix, quien con su vida pagó el precio por su puesto; era un verdadero policía que le entraba a los operativos a costa de todo. Le insistíamo­s que nos invitara a la acción para narrar, con detalle, los hechos a través de las páginas de EL DEBATE y lo cumplió. Un día, estábamos en su oficina, por Buelna y Paliza, cuando le avisaron de unos robacarros que perseguía la corporació­n por entre los matorrales en las vegas del Río Tamazula, en las Quintas.

“Vámonos”, nos dijo, y arrancamos en un automóvil que era patrulla, la cual manejaba un agente. Al llegar, policías y ladrones estaban enfrentado­s a balazos y, sin esperar, nos dio una pistola y una orden: “Sobre ellos, que no escapen… tú dispara”. Ay, amigo, nos temblaban hasta las uñas y los cabellos sin saber qué hacer. Aquello parecía la guerra. Entonces le dijimos al chofer: –“rápido llévame a la Inspección de Policía” –“¿Y eso?” – “Al jefe se le olvidó su cartera en la oficina; quiere que se la traiga de volada. No vaya a ser que se la roben”… ¡Qué golpe tan duro!

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