La ley de correspondencia
Si todos nuestros pensamientos, palabras y acciones respetaran las leyes naturales que rigen el universo, nuestras vidas fueran plenas de felicidad y tuviéramos el poder sobre todas las cosas. Una de esas leyes es la de correspondencia, que enuncia la verdad de que existen diversos planos de manifestación de la vida y del ser, y que hay entre esos planos una armonía, concordancia y correspondencia; en otras palabras “como es arriba es abajo y como es abajo es arriba” y podemos agregar “como es adentro es afuera y como es afuera es adentro”. Que existen diferentes planos de vibración, unos visibles y otros invisibles al ojo humano, pero en todos aplican las mismas leyes, principios y características. Esos planos de vibración podemos resumirlos en tres, que son lo material, lo mental y lo espiritual. Lo podemos interpretar como que todo lo que existe físicamente, también está presente en lo mental y en lo espiritual. Lo que existe en la tierra también existe en el cielo. La estructura organizacional que observamos en el mundo físico tiene su correspondencia en el mundo espiritual. La perfección de la divinidad existe en cada uno de nosotros, tal y como lo enuncia el apotegma grabado en el templo de Apolo, en
Delfos, en la Grecia antigua: “conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses”. También podemos encontrar aplicación útil cuando entendamos que lo que tenemos en nuestro mundo externo corresponde a lo que formamos en nuestras mentes; si tenemos abundancia mental, tendremos abundancia externa. La paz interior que formemos será correspondida con la paz de nuestro exterior. Si ponemos orden en nuestros pensamientos e ideas, esto se reflejará en un orden en nuestra vida.
Todo lo que nos rodea es una proyección de nuestro interior.