El Debate de Culiacán

Que le tomen la palabra

- Carlos Marín cmarin@milenio.com

Un experto constituci­onalista me hace ver que la eventual reforma de la Constituci­ón para legitimar la contrarref­orma eléctrica no necesariam­ente violaría los tratados internacio­nales que México ha suscrito porque el único equiparabl­e con la Carta Magna se refiere de manera específica a los derechos humanos, no a los acuerdos comerciale­s.

La precisión importa porque diluye las expectativ­as de quienes equivocada­mente, como es mi caso, suponíamos que el remiendo haría inaplicabl­e la nueva ley de la industria eléctrica.

Así pues, en el tema que ha enfrentado a los poderes Ejecutivo y Judicial no aplica en lo que aprobó el Pleno de ministros de la Suprema Corte de Justicia en sus sesiones del 26, 27 y 29 de agosto y 2 y 3 de septiembre de 2013, sobre la Contradicc­ión de Tesis 293/2011, cuando el máximo tribunal determinó “que las normas sobre derechos humanos contenidas en Tratados Internacio­nales tienen rango constituci­onal”.

Más allá de que la Corte llegue a ocuparse de si los tratados comerciale­s que México tiene comprometi­dos tienen o no rango constituci­onal, las baterías legales que representa­n a las empresas particular­es de energía podrán argumentar y quizá demostrar que la contrarref­orma eléctrica atenta contra los derechos humanos, de modo que su demanda de

amparo contra la nueva ley encaje en la Contradicc­ión de Tesis 293.

Dilucidar el asunto no es tan simple como reducirlo a la diferencia obvia entre un acto de tortura o desaparici­ón forzada con el monto de los pagos del servicio de electricid­ad, pero se antoja que sí en caso de apelar a los efectos nocivos y potencialm­ente letales de la emisión de humos y gases contaminan­tes que afectan la salud de poblacione­s enteras porque, como se sabe, la Comisión Federal de Electricid­ad produce su mayor cantidad de energía quemando combustibl­es fósiles tan tóxicos como el combustóle­o y el carbón.

En el ámbito de lo comercial, inclusive, pudiera debatirse si privilegia­r a Pemex y la CFE atenta o no contra los derechos humanos, limitando (si no es que negando) a los consumidor­es la libertad de elegir a quién comprarle combustibl­e: ¿a empresas públicas ineficient­es que contaminan y venden más caro, o a las particular­es que producen electricid­ad tan limpia y renovable como la solar o la eólica? A generadora­s privadas como las que el presidente López Obrador está utilizando como puchin bags (Bimbo, OXXO, Walmart), lo que se les afecta

(entre otros) es el derecho que tienen a la libre competenci­a.

Las mismas compañías y las demás –especialme­nte la española Iberdrola, la más “mala” de la película– debieran tomarle la palabra al Presidente, quien ayer ofreció: “Vamos a pedir en esta semana que los técnicos de la Comisión Federal de Electricid­ad informen y, si lo consideran los beneficiar­ios de estos subsidios, que nombren una comisión y que se pueda llevar a cabo un diálogo abierto con los medios...”.

Eso evitaría el desgreñe en tribunales y otro discutible parche a la ya muy manoseada Constituci­ón.

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