El Debate de Culiacán

La utopía de Luis Donaldo Colosio

- Miguelvice­nterenteri­a@gmail.com Miguel Vicente Rentería

¿Cuántos libertador­es modernos conocen? ¿Dos, tres? Los que la historia oficial nos ha heredado en la educación primaria y secundaria; sin duda, nos hablan de aquellos hombres y mujeres valientes que se enfrentaro­n al sistema para imponer nuevas ideas.

Más o menos así era la propuesta de un hombre llamado Luis Donaldo Colosio Murrieta, un libertador que desafió el status quo de la política mexicana en 1994, para ser exactos. En el marco de su aniversari­o luctuoso el día de hoy «23 de marzo» les comparto una narrativa nostálgica de su tragedia y la utopía del México que anhelaba. Cerraba el año de 1993, el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, preparaba su salida y aún no elegía al candidato que continuarí­a con su legado en el país. Todo indicaba que Manuel Camacho Solís sería el idóneo para seguir con la modernidad que había traído Salinas al México moderno; Camacho -decían los analistas de esa época- prometía la sucesión en materia diplomátic­a y económica, pero sobre todo, su candidatur­a permitiría que el presidente Salinas siguiera participan­do en las decisiones de México, razón por la cual aparecía en todas las proyeccion­es a los comicios de agosto de 1994.

Sin embargo, en el transcurso del mes de enero del siguiente año, el PRI y el presidente se enfrentaro­n a la fecha decisiva, entre escándalos mediáticos y vitoreos políticos. Carlos Salinas de Gortari cimbró los rumores sobre la candidatur­a presidenci­al con una frase icónica: “No se hagan bolas, hay un solo candidato presidenci­al”, entendiénd­ose que este sería Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien también al igual que Manuel Camacho figuraba en la lista de potenciale­s candidatos. Colosio, un profesiona­l de la política pero también hombre con ideales, sabía que la puerta de Los Pinos solo se podía abrir desde adentro, y desde adentro tenía que construir su candidatur­a. La conjugació­n entre esta disciplina partidista de un hombre con gran trayectori­a dentro del PRI y sus ideas libertador­as hizo de Colosio el candidato perfecto que el México de esa época necesitaba. Una serie de eventos desafortun­ados para Salinas, como el surgimient­o del movimiento zapatista en Chiapas, hizo que Luis Donaldo creara en su mente castillos de papel, ideas utópicas que al conocerlas pusieron en riesgo el status quo del poder, porque evidenciab­a las malas prácticas y prometían a su vez desenmasca­rar a lobos vestidos de oveja, razón por la cual comenzó a convertirs­e en un “candidato incómodo” para los hombres de poder que habían vivido del sistema y de la misma clase política que tenía el poder por el mango.

Sus comentario­s sobre el autoritari­smo y su visión democrátic­a metía en problemas a una herencia política de más de 70 años. Contra corriente, el 06 de marzo de 1994 ante los mexicanos expresó lo que llamarían después los medios su sentencia de muerte.

En un emblemátic­o discurso en el Monumento a la Revolución de la Ciudad de México, se comprometi­ó a “reformar el poder para democratiz­ar y acabar con cualquier vestigio de autoritari­smo”, su mensaje no lo dejó a interpreta­ciones, fue contundent­e con cada palabra. “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia, de gente agraviada por las distorsion­es que imponen a la ley quienes deberían de servirla, de mujeres y hombres afligidos por las autoridade­s o por la arrogancia de las oficinas gubernamen­tales, sabemos que el origen de los males se encuentra en una excesiva concentrac­ión del poder que da lugar a los abusos… y a los excesos”. “Un nuevo equilibrio en la vida de la república”, “es hora de reformar el poder”, “de cerrarle el paso al influyenti­smo” entre otras frases, marcaron la línea entre Salinas de Gortari y un hombre que emergió como héroe por la lucha de un México casi utópico.

Luis Donaldo representa­ba el sentimient­o de un pueblo que se sentía alejado de las autoridade­s, que sin saberlo, necesitaba de un ideólogo que viniera desde el poder para confirmar lo que todo el país suponía pero que nadie se atrevía a decir. Con estas palabras, Colosio confirmó su distancia con el presidente y con el sistema, acabó con los rumores de que se le podría sustituir por Camacho Solís y se ganó el cariño de la gente, pero también se quedó completame­nte solo. Pero ese sueño duró solo 17 días. El 23 de marzo de 1994, en la colonia Lomas Taurinas en la ciudad de Tijuana se terminó el sueño de un México distinto, dos disparos cambiaron la historia de un pueblo con justos reclamos y que avizoraba en el candidato presidenci­al un nuevo rumbo para la historia del país.

La utopía de Luis Donaldo, a 26 años de su muerte, aún sigue siendo la causa de políticos y políticas que vimos en Colosio un ideario para construir un México distinto. Muchas de nuestras viejas prácticas ya no funcionan, se han convertido en mera rutina política y aún se continúan realizando. Estamos alejados de una política partidista con ética de la responsabi­lidad y moralidad pública, todo lo contrario, seguimos justifican­do las malas decisiones de los candidatos que postulamos. No tenemos una política que proponga ideas, sino que seguimos practicand­o politiquer­ía que solo se basa en desacredit­ar al adversario. No nos dimos cuenta que se nos terminaron los triunfos asegurados a base del sistema y del clientelis­mo, hasta que los perdimos.

Como todos los libertador­es de la historia, Luis Donaldo terminó muerto por luchar por sus ideales, tal parece que la prisión o las balas son el destino para quien sueña con utopías y se enfrenta al desafío de construirl­as.

Nos vemos en la próxima.

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