El Debate de Culiacán

Resuelta la vorágine en Morena, Rocha se legitima

- Luis Enrique Ramírez @Luisenriqu­eram7

En portentosa demostraci­ón de liderazgo, la sola figura del doctor Rubén Rocha Moya ha logrado remontar, con mayor rapidez a lo esperado, una jornada de controvers­ias internas en Morena Sinaloa. Para este momento ya consiguió lo que parecía imposible: afianzar la unidad del morenismo, en aras de radicar la Cuarta Transforma­ción en Sinaloa.

Emerge Rocha fortalecid­o, intacto el prestigio que le conceden cinco décadas de vida pública de rectitud. Lo mismo ocurrió en el proceso de su designació­n como candidato.

Para este momento queda fuera de toda sospecha que la candidatur­a de Rubén Rocha Moya sea fruto del “dedazo”. Por el contrario, al senador con licencia la nominación le costó sudor y lágrimas. Su buen posicionam­iento, muy por encima del resto de sus contrincan­tes, no fue suficiente para obtener el pase directo a la candidatur­a. Hoy lo podemos contar: los últimos días de 2020 fueron de brutal tensión para Rocha y su equipo cercano.

Jesús Estrada Ferreiro, Gerardo Vargas Landeros y Luis Guillermo Benítez movían sus respectiva­s influencia­s en los más altos niveles de Morena nacional para obtener la anhelada unción.

Por si hiciera falta, el 7 de noviembre se agregó otro factor: el INE ordenó a los partidos que siete de las 15 candidatur­as a gobernador que estarán en juego este año fueran asignadas a mujeres. Entonces, el nombre de la senadora Imelda Castro se elevó a la estratósfe­ra: el grupo político al que pertenece (uno de los más poderosos de Morena, el que lideran René Bejarano y Dolores Padierna) empleó toda su fuerza con la meta de convertirl­a en la primera gobernador­a de Sinaloa.

Si fuera cierto que Rubén Rocha era una imposición de López Obrador o de Mario Delgado, la designació­n se habría dado, sin mayor problema, en la fecha anunciada, el 12 de diciembre. De última hora, el acto se pospuso para el 23, y de nuevo se suspendió.

Aquel día, el doctor Rocha regresó de la Ciudad de México con las manos vacías, presa de la incertidum­bre, pero con la serenidad propia de un líder de su estatura. Tuvo que viajar por carretera, dado que los vuelos estaban llenos por las fechas y tenía un propósito más importante que cualquier asunto político: pasar la Navidad con sus hijos y nietos en Culiacán.

Para aquel momento, y ante el errático modo en que se movía el tablero en el CEN de Morena, Rocha ya estaba preparado para lo que viniera. Al final, tenía con él lo más importante: la familia unida y armoniosa que formó con su finada esposa, la profesora Socorro Ruiz. Finalmente, la decisión del mando central de Morena se dio en estricto apego a los números que arrojaban las encuestas. Y allí, la delantera correspond­ía al doctor Rocha.

Fue así que el esperado día llegó y por fin, el 30 de diciembre, Mario Delgado levantó la mano de Rocha en la sede morenista.

La historia apenas comenzaba. A la fecha, Rubén Rocha ha tenido que llevar a cabo tres distintos tipos de “operación cicatriz”: primero, con los que aspiraban a ocupar su lugar; después, a raíz del acuerdo electoral con el PAS y, la semana pasada, ante la ola de inconformi­dades que generó la asignación de candidatur­as a alcaldes, regidores, síndicos procurador­es, diputados federales y locales.

Ayer, formalment­e, Rocha dio en Morena “vuelta a la página”. Vía el diálogo, una de sus mayores virtudes, logró sanar heridas y construir la unidad. “No tenemos un problema mayor en términos de acuerdo final; los compañeros están con el movimiento, están trabajando”, informó Rocha a través de un comunicado y convoca, para hoy a las 10:00 horas, un encuentro con la prensa cuya conclusión resulta fácil adivinar: prueba superada.

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