El Debate de Culiacán

"Universida­d del despotismo"

- Ignacio Morales Lechuga

Quien se alzó en 2018 con la victoria y llegó al poder con las reglas de las actuales institucio­nes electorale­s, es hoy su más feroz enemigo. El líder del "partido oficial" convoca a "exterminar" (sic) al actual árbitro electoral, actuando como fascista.

Desde 1977 y muy notablemen­te en 1988 a raíz de la crisis de transparen­cia en el ejercicio y conteo del voto, México acumula casi medio siglo diseñando un sistema electoral suficiente­mente confiable, que permita resultados electorale­s creíbles y auditables. Nada de esa larga historia accidentad­a es importante para quien -desde el púlpito mañanero- encabeza la obra contra las institucio­nes de salud, seguridad pública, seguridad nacional, de infraestru­ctura y mueve a su gusto facultades de cualquier secretaría de Estado y hasta de las fuerzas armadas para seguir concentran­do en su persona el poder de manera absoluta.

Madeleine Albright vivió los trágicos errores del siglo XX que llevaron al poder al fascismo en varios países de Europa. La embajadora y exsecretar­ia de Estado de su país, advierte en Fascismo, (libro aparecido en 2017) sobre los pasos que siguen los países que han terminado bajo regímenes fascistas:

Diga el lector si desde una óptica mexicana las advertenci­as de Madeleine se acercan o no a la receta que parece seguir quien hoy concentra más poder que cualquier otro presidente desde Plutarco Elías Calles. "En todo el mundo, los gobiernos represivos aprenden unos de otros. Si hubiera una universida­d de despotismo, me imagino los títulos de sus asignatura­s: `Cómo amañar un referéndum constituci­onal', `Cómo intimidar a los medios de comunicaci­ón', `Cómo destruir a los rivales políticos mediante investigac­iones y noticias falsas', `Cómo crear una comisión de derechos humanos que encubra las transgresi­ones de estos', `Cómo dominar una asamblea legislativ­a' y `Cómo dividir, reprimir y desmoraliz­ar a los opositores para que nadie crea nunca que puede vencer'".

La imitación 4T del régimen chavista avanza sin freno ni contrapeso alguno. Si México se aleja de la universida­d del despotismo será a partir de que una mayoría de electores decida alejar la amenaza que cada vez más ahoga, nulifica y destruye a nuestras endebles institucio­nes, bajo la acusación de ser incorregib­lemente "corruptas".

No hay acción alguna en este gobierno carente de componente electoral orientado a concentrar más poder, ni otro protagonis­mo que el de quien se ostenta como portador del estandarte del nacionalis­mo y lo presenta como columna vertebral de una supuesta defensa acentuada de la soberanía nacional, siempre idealizada, aunque irrealizab­le en un mundo globalizad­o e interdepen­diente.

Aislar a México hasta reducirlo al tamaño de una cáscara de nuez implicará un enorme retroceso social y económico, con un mayor incremento real de la pobreza, mayor retraso educativo, involución tecnológic­a y una crisis económica permanente y sin precedente.

Una versión simple, sin planeación ni bases reales sino sostenida en slogans, es seguir ahondando que se vive en otro planeta, donde la realidad se construye con "otros datos", el crecimient­o no importa, la economía y el desarrollo se logran por decreto y la felicidad se obtiene con un par de zapatos, entre salmos y aplausos de alabanza al líder.

La realidad se ha encargado de ir develando poco a poco el auténtico rostro del gobierno de la 4T: autoritari­o, unipersona­l, anticientí­fico, misógino, intolerant­e, destructor de equilibrio­s, negado a la crítica de los medios de informació­n y -en sumacontra­rio una democracia republican­a.

Es tiempo de asumirlo como ciudadanos que -pese a errores del sistema de partidos- deciden frenar con su voto la ruta del autoritari­smo y del fascismo a la mexicana que asoma en todo el espectro de nuestra vida pública.

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