Prometedora jovencita
Cassie (Carey Mulligan) es una treintañera soltera que aún vive con sus padres y que trabaja en una cafetería. No manifiesta ningún interés por tener pareja o por concebir un hijo, ni por rentar un departamento o terminar su carrera (hace años abandonó la escuela de Medicina). Lo único que, al parecer, le interesa es salir una vez por semana. Usualmente va a un bar o a algún club nocturno. Y va vestida “para matar”, como dicen. Ahí, Cassie suele sentarse sola y mostrarse totalmente ebria. Es solo cuestión de minutos para que un hombre se le acerque y se ofrezca a ayudarle. Solo que, ya se sabe, ese hombre “salvador” resulta que lo único que quiere es aprovecharse de ella. Y ella deja que las cosas pasen. Que ese hombre vaya de esa “salvación” a ponerse zalamero. Y es justo cuando él quiere ir a más cuando ella le revela que está completamente sobria. Y le da la lección de su vida. Hasta aquí, la cosa es bastante conocida. Pasa que estamos ante una “raperevenge” urbana que parece de manual. Solo que el guion de (ay con ese título en español) Hermosa venganza (2020, Reino Unido y Estados Unidos), escrito por su también directora Emerald Fenell (1985, Londres), tiene como “novedad” que en lugar de llevarnos de la mano por todas esas penurias que el personaje principal sufrió, y que sirven para justificar sus sangrientas acciones, aquí iniciamos con el personaje ya “convertido” en el ángel vengador con el que usualmente terminan. Obvio, ese personaje, esa Cassie, tiene un pasado. Y en ese pasado está la razón por la que ella se ha vuelto adicta a esa “caza de hombres”. Sin embargo, lo que le interesa a Fenell no es explorar las consecuencias de la violencia, el peso de los traumas o, incluso, denostar al patriarcado. Todo eso es solo parte del diorama. Incluso esa razón por la que Cassie decidió darle un escarmiento a todo hombre que se cruce en su camino tarda mucho en llegar (y no viene revestida del peso al que este tipo de películas nos tienen acostumbrados). No, a Fenell lo que le interesa es explorar cómo es que tantas cosas llegan, por el mero peso de la rutina y la costumbre, a convertirse en parte de uno. Y lo difícil que acaban siendo cambiarlas. Y lo hace presentando su historia desde la perspectiva del cuento de hadas. Por ello, ciertos momentos apelan a un delirio de color, de humor y que bordan con lo fantástico. Y como buen cuento de hadas, llega un “príncipe” a la historia o, mejor dicho, regresa. Se trata de Ryan (Bo Burnham), ahora un exitoso cirujano para niños que fue su compañero de clases. Y con ese regreso, sin zapatilla de cristal o alguna otra fantochada, pone al mundo de Cassie de cabeza. ¿Se puede enderezar el camino, dejar atrás esos traumas que ya se han convertido en la razón de su existencia? Adelanto, aunque ella misma lanza la pregunta, a Fenell tampoco le interesa la respuesta.
Ella simplemente cuenta una historia, pone unos giros en la trama y se concentra en montar unas escenas que aspiran a ser recordados-comentados. Así es esa Hermosa venganza, solo un artificio. Pero en colores pastel y varios éxitos pop.