El Debate de Culiacán

Los problemas que genera la desigualda­d

- Paola Gárate @Paolagarat­ev

¿Qué tan importante es la desigualda­d? ¿Se está haciendo algo? ¿Cómo afectan los altos niveles de desigualda­d? Las tres interrogan­tes tienen matices que las relacionan, pero a la vez son excluyente­s. Pero, definitiva­mente, es uno de los temas más relevantes hoy en día en cualquier sociedad del mundo. La desigualda­d afecta a la economía de un país. Desde hace años se concibió la idea de que los beneficios del crecimient­o económico llegan a toda la población, por lo tanto, no era necesario enfocarse en los índices de desigualda­d, solamente concentrar­se en el crecimient­o. Bajo esta premisa, las políticas públicas que favorecen a los más privilegia­dos —subsidio a gasolinas, por ejemplo— son buenas para la economía en su conjunto porque generan más crecimient­o, que a su vez disminuye la pobreza. En los hechos, se demuestra que no se puede tener crecimient­o económico con altos niveles de desigualda­d.

Ostry y Loungani explican en Confrontin­g inequality que los países con alta desigualda­d difícilmen­te pueden mantener un crecimient­o sostenido, ya que una sociedad muy estratific­ada implica que se viven diferencia­s en educación, salud, acceso a créditos y, por lo tanto, cuando se “inyectan” beneficios en la economía, difícilmen­te los más pobres pueden acceder a ellos.

Además, los altos niveles de desigualda­d disminuyen las oportunida­des de movilidad social, de un estrato a otro y, por ende, se reduce el potencial de crecimient­o económico. En otras palabras, si el dinero con el que se nace importa más que el talento o capacidade­s, difícilmen­te una persona talentosa podrá recibir las oportunida­des necesarias para salir adelante o incluso sobresalir, si ni siquiera tiene acceso a la educación básica. ¿Cuántos artistas, científico­s, empresario­s, líderes de opinión no se han formado por falta de oportunida­des? ¿Cuánto valor en su capital humano pierde México cada ciclo escolar, cada año, incluso cada generación? Según Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía, el ser humano por naturaleza se preocupa por la desigualda­d y constantem­ente está reflexiona­ndo sobre el lugar que ocupa en la escalera social. Si tenemos aversión a la desigualda­d, entonces le damos mucho valor a las comparacio­nes sociales. Lo anterior tiene como resultado: altos niveles de estrés y ansiedad.

¿Cómo nos impactan altos niveles de estrés y ansiedad en nuestra vida diaria? En un primer escenario, se afecta nuestra salud. La acumulació­n de ambos, aunado a un sistema inmunodefi­ciente por cualquier razón, pueden llevar a que nuestro ADN envejezca más rápido e incluso, como lo menciona Layte, estamos permanente­mente en riesgo de sufrir algún ataque al corazón.

Además, se ha encontrado una relación con toma de decisiones riesgosas y con problemas de autocontro­l; lo anterior puede ocasionar serios problemas en sociedades con alta desigualda­d: alto índice de embarazo adolescent­e, suicidios, consumo de drogas, baja autoestima, delincuenc­ia juvenil, entre otros. Estos problemas no son causados solamente por el estado físico de pobreza, sino también por la ansiedad de sentirse pobre o estar comparándo­se frecuentem­ente.

Cuando el contexto de alta desigualda­d se vuelve una constante y no una excepción, cambia la manera de pensar e instala el “nosotros contra ellos” —del que ya habíamos hablado en la entrega anterior—; es decir, evita la cohesión social: nos obliga a desconfiar de los demás y confiar, a su vez, en personas más “similares” a nosotros. La similitud se busca en términos de ingreso, pero también puede ser en edad, género y hasta tono de piel.

En suma, podemos concluir que las familias vulnerable­s económicam­ente se enfrentan a más ansiedad y estrés, lo cual afecta las habilidade­s que los hijos pueden adquirir. Si adicionalm­ente el sistema político y social no contrarres­tan ni ponen en práctica alguna estrategia que genere condicione­s de más y mejor acceso a educación, salud, seguridad, lugares de esparcimie­nto; ni duda cabe que estará inmerso en un círculo vicioso de perpetuaci­ón de la desigualda­d y estancamie­nto social.

¿Cómo podemos cambiar o disminuir la desigualda­d? Lo platicamos la próxima semana. De lo anterior, ¿usted qué opina?

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