El Debate de Culiacán

Leyes en peligro en `La cárcel no tiene cupo'

El sinaloense José Dolores comparte un cuento de su autoría y donde hace una crítica al sistema político actual

- ≋redacción @eldebate

¡Hola, Enrique! ¿Cuándo llegaste al pueblo? — Acabo de bajarme del raite. Oye, ¿que no quedaron los candidatos en lograr que los autobuses pasaran por nuestro pueblo? Estuve más de una hora en la carretera y ninguno entró. —Así son los políticos, cuando necesitan el voto, te prometen el toro y el moro. Como nuestro pueblo está entre dos ciudades, los dueños de la ruta prefieren que nos echemos 6 kilómetros a la parada, a pesar de que por nuestra comisaría pasa una calle asfaltada que conecta con la carretera. Bueno, ¿te vas a quedar con tus hermanos? —Aquí voy a pasar todo el día; pero iré a dormir a un hotel de la ciudad. No le haré a mis sobrinos lo que mis tíos me hicieron a mí, que cuando llegaban de visita, a mí me mandaban al suelo. Acompáñame a la casa, para no llegar solo—. Enrique era licenciado en derecho, y trabajaba en un bufete de la Ciudad de México. Esta era la segunda vez que gozaba de diez días de vacaciones. Cuatro días después, él y sus amigos fueron a platicar con el comisariad­o. —Sí, don Rufino. Queremos que nos acompañe a la ciudad para hablar con el dueño de la empresa de autobuses. La idea es que usted le solicite que, de cuatro autobuses en ruta, uno le dé servicio al pueblo. Total, no hay peor lucha que la que no se hace. —¡Vieja! ¡Voy a la ciudad, no me esperes a comer!

Una vez en la ciudad y al explicarle al dueño, este estalló. —¡Aquí no ha venido ningún diputadete a pedirme nada! Don Rufino, cuente usted con la entrada a su pueblo de un camión, por cada tres que salgan a la ruta… ¿me permiten hablar unos minutos en privado con el licenciado? —¡Claro, señor! Te esperamos afuera, Enrique. —Lic, ¿qué relajo se traen en México, con eso de que ya tenemos un dictador, que ya no hay separación de poderes; en fin, que ya volvemos a los tiempos de Porfirio Díaz? —Mire, señor, el presidente actual ha sido el más votado en la historia; el problema es que su partido arrasó en las dos cámaras. Ensoberbec­ido, manda iniciativa­s, la mayoría ocurrencia­s mañaneras, a sabiendas de qué de manera expedita serán aprobadas. Lo anterior se llama abuso de poder. Concretand­o: el presidente es legítimo, dado que ganó con amplitud; pero es un dictador, porque hace lo que se le da la gana, dañando seriamente al país. — ¿Cree usted que intente reelegirse? —Todos los tiranos lo hacen, pero yo me voy a meter a saurino. Durante la parte final de su sexenio, por medio de una encuesta, preguntará al pueblo bueno y sabio si acepta una reelección. ¡Usted ya se imaginará el resultado! —Bueno, licenciado, cuente con su camión; y gracias por depejarme algunas dudas. Al regresar a la Ciudad de México, Enrique fue el primero en abordar un autobús en su pueblo, siendo despedido por sus familiares y amigos.

Cuando se presentó en su trabajo, el compañero que lo sostuvo, respiró aliviado: —¡Qué bueno que llegas, Enrique!; tu trabajo como coordinado­r de internos en reclusorio­s tiene más salidas que un cerco viejo. —¡Qué sea menos! Lo que hago es como un complement­o de lo que realiza una trabajador­a social; pero, como tiene un tufillo de ilegalidad, para ellas está vetado. Conseguir que los custodios le tengan ciertas considerac­iones a un preso, hablar con el jefe de vigilancia para dejarlo exento de hacer fajina, mocharse para que le asignen una buena celda y se le sirva comida especial, etc. ¡Claro!, la familia no mete las manos, sólo da el dinero. —¡Pero para eso hay que tener estómago! —Y no importa el tamaño: la familia te lo llenará. —Bueno, tú vuelves a hacerte cargo. Otra cosa; ahora que estuviste en tu estado, ¿te enteraste del desgarriat­e que se trae el presidente? —Creo que hasta los que orbitan en la estación espacial internacio­nal están enterados: este señor nos está poniendo en ridículo. — Pues en un ridículo que está hundiendo al país. Al rato, no le va a quedar otra que acelerar las revolucion­es de la máquina de hacer billetes. —O sea, al puro estilo de José López Portillo. En ese momento, el titular del despacho, llamó a reunión de emergencia: —Señores, como estarán enterados, con eso de los juicios abreviados, los abogados nos estamos convirtien­do en ‘mirones’. Nuestros honorarios han caído en un 40 por ciento, ya no es rentable. Por otro lado, en una decisión trasnochad­a, el señor presidente envió al congreso una iniciativa de reforma a la constituci­ón que, de ser aprobada, dejaría exenta del recurso de amparo, por causa de utilidad pública, a toda ley que surja de una iniciativa que el presidente en funciones haga. ¿Qué comentario­s tienen? — Señor, ¿cree usted que dicha reforma sea aprobada? —Es un hecho: el partido del presidente domina ambas cámaras y, a través de esta reforma, dominará también la Suprema Corte. Hago hincapié en esto, porque un 40 por ciento de las entradas que tiene este bufete, vienen de las demandas de amparo. Enrique: Si piensas que por tu especialid­ad estás más o menos a salvo, te equivocas: las cárceles que actualment­e no tienen cupo, en menos de dos años estarán vacías. El presidente, inspirándo­se en Rusia, Alemania, China y Cuba, pondrá en la calle a todos los presos a los que le falten cinco o menos años de cárcel. Se acabarán las sentencias de 50, 70, 100 o más años, ajustándos­e todas las condenas a un máximo de 20 años. ¿Creen ustedes que los presos rechacen esta medida? ¡Claro que no! En cuanto se anuncie oficialmen­te empezarán las colas. La libertad siempre ha tenido un hechizo especial sobre los presos. Señores: hoy es 31 de marzo, pasen a cobrar. Mañana empieza la Semana Santa. Los espero el lunes para informarle­s si seguimos o cerramos esto. Gracias.

Ensoberbec­ido, el presidente manda iniciativa­s, la mayoría ocurrencia­s mañaneras, a sabiendas de que de manera expedita serán aprobadas.

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> La aparente ficción en el cuento de José Dolores actúa como un espejo de la realidad actual y el texto está bajo su responsabi­lidad.

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