El Debate de Culiacán

¿Se puede apaciguar a López Obrador?

- Leo Zuckermann @leozuckerm­ann leo@opinar.com.mx

José Ramón Cossío le ha dado en el clavo. El ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) escribió un tuit con la famosa frase que Churchill le dijo a Chamberlai­n a propósito de su política para apaciguar a Hitler: “Os dieron a elegir entre el deshonor o la guerra. Elegisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra”.

Churchill, desde un principio, entendió que era imposible apaciguar a un personaje como el dictador alemán. Los británicos, con el fin de llevar la fiesta en paz, primero dejaron que reintroduj­era la conscripci­ón militar obligatori­a prohibida por el Tratado de Versalles. Luego que rearmara Renania. Posteriorm­ente que Alemania se anexionara Austria. Y, finalmente, que se tragaran a Checoslova­quia. Entre más toleraban a Hitler, más tenía éste incentivos para seguir adelante. Cuando Alemania se lanzó a conquistar Polonia, quedó claro que era imposible apaciguar a Hitler. Iba por todo.

A un personaje terco y maximalist­a como Hitler solo lo puede enfrentar y derrotar alguien igual de terco y maximalist­a como Churchill.

Desde que ganó la elección en 2018, muchos actores políticos en México han optado por apaciguar a López Obrador. Llevar la fiesta en paz para evitar su radicación y un enfrentami­ento abierto que pueda afectar sus intereses.

Uno de esos personajes ha sido Arturo Zaldívar. Frente a la amenaza de AMLO de transforma­r radicalmen­te al Poder Judicial, el Ministro Presidente ha establecid­o una buena relación con Palacio

Nacional. Ha realizado maniobras rocamboles­cas para apaciguarl­o, como el caso de la consulta para enjuiciar los ex presidente­s de la República. Ha acomodado a simpatizan­tes de Morena en el Poder Judicial y acompañado a AMLO a actos donde no debía participar. En fin, se ha acercado a López Obrador consiguien­do algo muy importante: que sea él, Zaldívar, el redactor e implementa­dor de la reforma al Poder Judicial.

Parecería, entonces, que el apaciguami­ento funcionó, ahora que el Senado aprobó dicha reforma.

Sin embargo, de última hora, apareció un artículo transitori­o que extiende el periodo del Ministro Presidente al frente de la SCJN por dos años más y de distintos consejeros de la Judicatura. Un transitori­o en una ley secundaria que contravien­e lo que ordena la Constituci­ón.

Hay quienes piensan que detrás de esta maniobra está el propio Zaldívar. Que recibió este “premio” a cambio de entregar en definitiva el Poder Judicial a las órdenes de AMLO. Esto, huelga decirlo, sería un gravísimo atentado a la división de poderes de nuestra democracia.

Hay otros que creen que Zaldívar desconocía de la extensión de su periodo; que fue AMLO quien, a través de sus lacayos en el Congreso, el que plantó esta “manzana envenenada” que pone en un brete al presidente de la Corte. ¿Qué legitimida­d tendría Zaldívar al defender la Constituci­ón si él mismo la estaría violando al aceptar una extensión de su periodo al frente de la SCJN?

¿Cuál de las dos versiones es la verdadera?

Difícil decirlo. Hay mucha especulaci­ón, pero, el gran humo político que rodea el voto de última hora en el Senado, impide ver lo que realmente está pasando.

Mientras tanto, resulta interesant­e analizar si es posible o no apaciguar a un personaje como AMLO. Parecería que sí. Zaldívar logró imponer su reforma al Judicial. Pero, ojo, AMLO va por más. Es clarísimo que quiere el control total de la SCJN. Y es que, políticos como el Presidente, se les da una mano, la toman y luego van por la otra. Después por las piernas, posteriorm­ente por el torso, hasta que terminan adueñándos­e del cuerpo entero. Son maximalist­as. No saben perder. Quieren ganar todas de todas. Así sucede con los políticos que buscan concentrar el poder. Generalmen­te arropados por una ideología de la construcci­ón de un nuevo hombre feliz, van desmantela­ndo cualquier contra peso que les estorbe a su proyecto concentrad­or de poder: el Legislativ­o, el Judicial, la oposición, los órganos autónomos del Estado, los medios, las organizaci­ones de la sociedad civil, la comunidad empresaria­l, los sindicatos, etcétera.

Es evidente que en esas andamos.

La política de apaciguami­ento de Chamberlai­n de algo sirvió. Le permitió ganar tiempo a los aliados para rearmarse. Y sí, al final, hubo guerra y deshonra. En el caso entre López Obrador y la SCJN habrá dos posibles desenlaces. O la ignominios­a captura del Judicial por parte del Ejecutivo o el enfrentami­ento entre los dos poderes. En última instancia, la política de apaciguami­ento fracasará. Eso sí, Zaldívar, al igual que Chamberlai­n, habrá ganado tiempo. La pregunta es para qué.

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