El Debate de Culiacán

El odio del Mencho contra García Harfuch

- Héctor de Mauleón demauleon@hotmail.com

El 22 de mayo de 2018, el exfiscal de Jalisco Luis Carlos Nájera comió con un líder sindical en un restaurant­e de la avenida Chapultepe­c en Guadalajar­a, Jalisco. Nájera había renunciado al cargo de fiscal general unos meses atrás, luego de una serie de ataques y atentados contra colaborado­res más cercanos.

El gobierno de Aristótele­s Sandoval volvió a reclutarlo como secretario del Trabajo, y como tal entró al restaurant­e. Notó que dos sujetos entraban al lugar e inspeccion­aban las mesas. No le gustó. “Los ubiqué como personas del crimen organizado”, dijo después.

45 minutos más tarde salió. Lo recibieron a tiros, con ráfagas de alto calibre. Eran al menos 12 sicarios, comandados, según se supo después, por José Armando Briseño de los Santos, alias la Vaca, operador de un grupo de élite del Cártel Jalisco Nueva Generación.

En medio de los disparos, Nájera logró subir a su camioneta blindada y arrancó.

Al día siguiente, el entonces gobernador de Jalisco, Aristótele­s Sandoval, se reunió en la Ciudad de México con el secretario de Gobernació­n, Alfonso Navarrete Prida. Solicitó su ayuda y entregó informació­n sensible sobre el entorno del líder del Cártel Jalisco, Nemesio “Mencho” Oseguera Cervantes. En Guadalajar­a era sabido que la esposa del narcotrafi­cante vivía en uno de los fraccionam­ientos más exclusivos y se codeaba con la alta sociedad jalisciens­e.

Cinco días más tarde, Rosalinda González Valencia, esposa del Mencho y hermana de los integrante­s del grupo conocido como Los Cuinis, brazo financiero del CJNG, fue detenida a las puertas del exclusivo fraccionam­iento en que habitaba. Elementos de la Agencia de Investigac­ión Criminal, AIC, que comandaba Omar García Harfuch, le cerraron el paso.

Fue la gota que derramó el vaso en la supuesta lista de agravios que el Mencho había recibido de García Harfuch. En febrero de ese año, los cuerpos de dos agentes de la AIC fueron hallados en Xalisco, Nayarit.

Con apoyo de la Policía Municipal, gente de Mauricio Valera Reyes (el Manotas), jefe de plaza en Puerto Vallarta, Jalisco, les había echado mano, los había videograba­do, los había obligado a declarar que la PGR torturaba criminales y tenía manos libres “para hacer lo que queramos con ellos”.

Dos cadáveres fueron hallados días después con huellas brutales de tortura. “Son los nuestros”, le informaron a García Harfuch. La respuesta fue fulminante. Más de 40 agentes federales se infiltraro­n en Vallarta “por goteo” y, haciéndose pasar por turistas, iniciaron una investigac­ión a gran escala. Al final del operativo, la gente de Harfuch detuvo a 18 integrante­s del Cártel Jalisco.

Investigac­iones del Gobierno federal y del área de inteligenc­ia de la Policía de la Ciudad de México, indican que Carlos Andrés Rivera (la Firma), uno de los jefes principale­s del Cártel Jalisco Nueva Generación (cuyas cuentas fueron bloqueadas en marzo pasado por la Unidad de Inteligenc­ia Financiera), y su operador principal, César Montero Pinzón (el Tarjetas), ordenaron la ejecución del exgobernad­or de Jalisco, Aristótele­s Sandoval, en diciembre pasado, y el atentado en contra del secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch.

Ambos se habían cruzado en la mira del Mencho por razones diversas, que aún no han sido cabalmente determinad­as. En el Gobierno federal creen, sin embargo, que fue la detención de Rosalinda González Valencia, y su exhibición a nivel nacional, lo que determinó lo que ocurrió después: la ejecución de Sandoval y la orden de eliminar a García Harfuch.

Hoy se sabe que en lo que el atentado contra García Harfuch era planeado, otro grupo seguía los pasos del exgobernad­or Sandoval.

Detrás de todo estaba el odio del narcotrafi­cante más poderoso de México. Del que acaso es el narco más impune de México.

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