El Debate de Culiacán

La proyección del presidente

- ESTRICTAME­NTE PERSONAL Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

En los círculos altamente informados, ilustrados y donde, en algunos de ellos, se toman decisiones, el albazo en el Senado para prorrogar la presidenci­a de Arturo Zaldívar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, fue un experiment­o para medir, si llegado el momento, se amplía el mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador hasta 2026, en lugar de concluir en 2024. Las ideas fuerza del discurso ya están sembradas: si no se consolida la transforma­ción, habrá un retroceso; si no se terminan de hacer los cambios, todo va a ser más de lo mismo; si antes se aprobaron reformas contrarias al “interés popular”, hoy es más importante cuidar su bienestar que la ley misma.

López Obrador ha reiterado que una vez que termine el sexenio se irá a su rancho en Palenque, pero este lunes tuvo una serie de intervenci­ones que mostraron que en su pensamient­o existen razones objetivas para romper con la Constituci­ón si su causa lo amerita. Ante las críticas en México y el mundo de constituci­onalistas y defensores de los de derechos humanos, en la prensa y la academia, le preguntaro­n a López Obrador su posición con respecto a lo votado en el Senado, y sin atender el contexto, descalific­ando las críticas y bañándolas de ideología y política, como hace con todo aquello que está fuera de su sintonía, señaló: “… Si ya se están por aprobar leyes para combatir la corrupción en el Poder Judicial, para combatir el nepotismo en el Poder Judicial,,, y si para llevarlas a la práctica se requiere que el actual presidente continúe dos años más, porque es garantía de que esos cambios se van a llevar a la práctica… yo estoy de acuerdo. Si no se amplía el periodo, quien llegue va a ser más de lo mismo, va a significar más de los mismo, más de lo anterior, más de lo que significab­a el antiguo régimen. Entonces, no olvidemos que estamos aquí para transforma­r; no venimos a que las cosas continúen igual”.

En la figura de Zaldívar se proyectó el presidente. El discurso para apoyarlo es el mismo que utiliza para defender y justificar sus acciones. Él llegó para transforma­r el país y cambiar el régimen, al cual considera corrupto que opone resistenci­as para evitar que se consolide el cambio que propone. López Obrador ha dicho que tiene que apresurars­e; de ahí que lleve tanta prisa para consolidar sus reformas, y que queden tan sólidas, que no puedan ser desmantela­das una vez que deje la Presidenci­a. Si Zaldívar tiene que seguir al frente del Poder Judicial para hacer la transforma­ción, ¿por qué él no requeriría de dos años más para el mismo fin?

Los grandes proyectos del presidente enfrentan obstáclos legales. Hay amparos contra la construcci­ón del Tren Maya y de la refinería de Dos Bocas. Tampoco ha resuelto el problema de tierras en el aeropuerto de Santa Lucía, y su reforma energética está paralizada por amparos. Las prioridade­s de su proyecto de cambio se han estrellado contra un muro. De ahí la advertenci­a de respaldar la ampliación del periodo de Zaldívar para evitar “un retroceso”. López Obrador teme un frenón al suyo y la paralizaci­ón de sus reformas si en las elecciones de junio, que ha identifica­do como el gran campo de batalla, sus “enemigos” le arrebatan el control del Congreso para, está convencido, descarrila­r su proyecto.

En la defensa de Zaldívar, levanta sus barricadas. “Si estamos en un proceso de transforma­ción y hay condicione­s, porque en el Ejecutivo se está llevando a cabo una reforma de fondo, y si en el Poder Judicial se puede llevar a cabo una reforma, ¿por qué no hacerlo?”, agregó. “Se rasgan las vestiduras diciendo que se afecta el marco legal. Se les olvida de que en el Congreso en el periodo neoliberal hicieron reformas contrarias al interés popular. Es más, todas las llamadas reformas estructura­les se aprobaron porque repartían sobornos”.

Bajo ese criterio sin matices todo encuentra una excusa. Utilizando sus mismos sofismas, si los enemigos de su proyecto son aquellos que enmarca en el periodo neoliberal, que a base de sobornos actuaron contra “el interés popular”, entonces sí puede haber prórroga del mandato presidenci­al sin importar que vaya en contra del marco legal, porque el fin justifica los medios, y legitimarí­a su proceder al pensarse López Obrador como el defensor del interés popular.

En su lenguaje codificado, agregó: “¿qué no fue en la Cámara de Diputados donde se aprobó la reelección? ¿Y qué dijeron los abogados constituci­onalistas cuando eso? ¿Qué dijeron los académicos? Nada”. Omitió el presidente decir que aquello no fue un albazo, sino que se llevó a cabo mediante un proceso de discusión y confrontac­ión de ideas dentro del marco legal. Se cambió la Constituci­ón sin violarla, con el argumento de que la reelección en sistemas democrátic­os, es un recurso para que el electorado decida si quiere que sus representa­ntes continúen siéndolo -como hoy buscan hacerlo casi todos y todas las diputadas de Morena-, y no uno autoritari­o, como pareció sugerir López Obrador. Lo interesant­e es la selección de palabras de López

Obrador. Prórroga no es igual a reelección, pero siembra las semillas de la confusión semántica en millones de personas. La permanenci­a de Zaldívar es para que el Poder Judicial no esté al “servicio de los potentados”, y que garantice su honestidad, que es como ha definido su actuar, contra los privilegia­dos deshonesto­s. “¿Cómo no voy a estar de acuerdo?”, dijo sobre la prórroga de Zaldívar. Entonces, ¿por qué no estaría de acuerdo el pueblo al que dice defender, de ampliar su mandato por dos años para protegerlo­s? En el caso de Zaldívar es para eliminar a “las mafias del poder”; en su caso, sería el argumento, para que esas mismas mafias, no dañen al pueblo.

Si la prórroga de mandato presidenci­al va a una consulta popular, López Obrador ganaría y sería como presidente hasta 2026. Las condicione­s para ello, están en construcci­ón.

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