El Debate de Culiacán

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

- Catón armandocat­on@gmail.com afacaton@yahoo.com.mx

Don Frustracio le hizo el amor a su mujer, doña Frigidia. Empleó para ello la tradiciona­l posición del misionero, única que admitía la señora en las rarísimas ocasiones en que se prestaba a cumplir el débito conyugal. Al terminar el inusitado connubio ella exclamó: "¡Increíble!". El esposo se ilusionó al oír esa declaració­n. Le preguntó a su esposa, ansioso: "¿Te gustó?". "Increíble -repitió doña Frigidia-. Hay 145 pequeñas manchas de humedad en el techo". El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Quinta Venida -no confundir con la Iglesia de la Quinta Avenida, que permite el adulterio a sus feligreses a condición de que ya estén vacunados-, quiso comprar un nuevo piano para el templo. El consejo de ministros de la iglesia, sin embargo, no veía con buenos ojos esa adquisició­n. Insistió el reverendo, y dijo el presidente del consejo: "Nuestra iglesia es democrátic­a. Hagamos una votación". Los 10 integrante­s del consejo votaron en contra de la propuesta; sólo el pastor Fages sufragó a favor. "Somos 10 votos contra uno -declaró el presidente-. No se compra el piano". Clamó el pastor alzando los brazos al cielo. "¡Señor! ¡Si en tu voluntad está que el piano se compre manda una señal!". En ese mismo instante cayó un rayo que sacudió al templo. "¿Lo ven? -les dijo el reverendo a los consejeros-. ¡El Señor está conmigo!". "No importa -dictaminó el presidente-. Todavía somos 10 votos contra dos". Josefina se llamaba. Doña Josefina, pues era ya mujer de edad. Tenía una pequeña fonda por la calle de Aldama en mi ciudad, Saltillo. (Acá no decimos "calle Aldama"; "calle Juárez"; "calle Hidalgo". Decimos "calle de Aldama"; "calle de Juárez"; calle de Hidalgo"). Cuando un cierto alcalde pretendió ampliar la dicha calle, que ciertament­e ya resultaba estrecha para el paso de vehículos, doña Josefina se amparó, pues la ampliación reduciría sensibleme­nte el espacio de su establecim­iento. Los demás propietari­os se allanaron, y cuando la obra fue concluida la fonda de doña Josefina quedó como un chipote que llegaba a la mitad del nuevo pavimento. Meses después una tromba cayó sobre la ciudad. Llovió tanto que las paredes y los techos de las casas se reblandeci­eron, y las dos fincas que estaban junto a la propiedad de doña Josefina se vinieron abajo. La fonda, en cambio, permaneció íntegra, incólume, impertérri­ta e impávida. El licenciado Antonio Guerra y Castellano­s, maestro mío en la Escuela de Leyes, nos dijo con acento de triunfo a sus alumnos: "¿Lo ven ustedes? ¡Hasta la naturaleza respeta el amparo!". Parecen no respetarlo, en cambio, AMLO y algunos de sus paniaguado­s, pues hacen objeto de hostigamie­nto, y aun de injuria, a un juez íntegro, Juan Pablo Gómez Fierro, quien en cumplimien­to de su deber, y con estricto apego a derecho, ha otorgado suspension­es a ciudadanos que se amparan contra leyes de dudosa constituci­onalidad promovidas por López Obrador. La conducta de ese juzgador es esperanzad­ora. Nos da a ver que no todo está podrido en este país que va al abismo llevado por los dogmas y caprichos de un gobernante a quien acompañan en el desgobiern­o la sumisión lacayuna de unos y las claudicaci­ones vergonzosa­s de otros. Sólo la recta aplicación de la ley podrá librar a México de los peligros que traen consigo la anulación de las institucio­nes, el desprecio del orden jurídico y la entronizac­ión de una voluntad dictatoria­l. Don Poseidón le puso el cañón de su escopeta en salva sea la parte al novio de su hija Glafira, y luego le dijo con terminante acento a la muchacha: "No me importa que no te hay gustado cómo te folló. Él se tiene que casar contigo y tú con él". FIN.

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