Ramón y Cajal
Petilla de Aragón, pueblo olvidado de la provincia de Pamplona, España, vio nacer a Santiago Ramón y Cajal el 1 de mayo de 1852. Su padre, modesto cirujano de pueblo, y su madre, hermosa aldeana, eran aragoneses por los cuatro costados.
Según leemos en sus Recuerdos de mi vida, Cajal fue un niño atormentado y un niño prodigio. Antes de los 6 años de edad, su padre lo enseñó a leer y escribir con buena ortografía, y algo de francés, geografía y aritmética. Cajal aprendía con entusiasmo todo lo que su padre le enseñaba. Sin embargo, pronto deja al apoyo paterno para incursionar en colegios de sistema pedagógico antiguo. Es entonces cuando “siente brotar en su alma una ola de idealismo romántico y, fascinado por las bellas artes, escribe, lee y pinta sin descanso”. Los muchos castigos que sufriera en los colegios terribles, determinan que su padre lo aleje de los estudios. Imposible que a su niño consentido lo traten brutalmente los maestros de la época. La lectura era uno de los pasatiempos favoritos de Cajal. El jovencito poseía una cultura literaria bastante aceptable, obtenida a través de los libros que su vecino tenía en su biblioteca. Con el paso de los años, se convierte en uno de los mejores científicos españoles. Este 1 de mayo vaya para este gran hombre nuestro eterno reconocimiento, por su gran labor intelectual y científica.